Mensaje de la XLIX Asamblea General de CONFERRE “Vida Consagrada: de la desolación a la Esperanza”

Sintiéndonos Pueblo de Dios en camino como los discípulos de Emaús (Lc.24, L3-35), las religiosas y los religiosos reunidos en la Asamblea General de CONFERRE 2018, expresamos nuestra tristeza y desolación ante los acontecimientos que hemos vivido como Iglesia chilena.

Sentimos vergüenza por los abusos de poder, de conciencia y sexuales cometidos por hermanos nuestros y que han provocado tanto dolor y sufrimiento en las víctimas y escándalo y desconcierto en el pueblo fiel. También somos conscientes de nuestros silencios, negligencia y falta de compromiso en el acompañamiento de los que han sufrido estos abusos.

Ante la desolación experimentada, ha tocado nuestro corazón – durante estos días – el recuerdo de las palabras de dignidad y esperanza de la joven madre Jeannette Turita Alvarez, de la cárcel de San Joaquín, que estando privada de libertad nos ha animado con coraje a que también nosotros pidamos perdón.

Nos conmueven las palabras del Papa Francisco a los obispos, en donde pide humildemente perdón, por sus “graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrado”, ofendiendo de esta manera a muchos hermanos.

Ante esta realidad vivida, reflexionada y orada, vemos que como religiosas y religiosos, asumiendo los diversos desafíos de la dimensión profética de nuestra vocación consagrada, estamos urgidos a:

  • Ayudar a iniciar y acompañar un proceso de conversión y reconciliación con gestos concretos, sobre todo con las víctimas de abusos y con la lglesia de Osorno, buscando caminos valientes de reparación para reconstruir la fraternidad y los vínculos perdidos, ya que creemos que no basta sólo con sentir vergüenza.
  • Trabajar para fortalecer la pertenencia pacífica y cordial en la lglesia, y revitalizar un ambiente de mayor comunión y justicia.
  • Comprometernos a cultivar relaciones fraternas y honestas con nuestros pastores, sentirlos hermanos y brindarles nuestra cercanía, ayuda y corrección fraterna para colaborar en su ministerio; aetitudes que mutuamente nos humanizan.
  • Ayudar a transformar las estructuras machistas y clericales que no permiten construir una Iglesia servidora y fraterna.
  • “Salir a prisa” como María en la visitación, y encontrarnos con el clamor del pueblo que sufre en los rostros de los migrantes, en los pueblos originarios, los jóvenes, las mujeres, los pobres y los excluidos para “acariciar, cuidar y proteger lo dignidad” de la persona.
  • Colocarnos en actitud de humildad, discernimiento y diálogo ante los cambios culturales y sociales de nuestra sociedad, descubriendo un modo evangélico de abordarlos.

Recordamos las palabras del Papa Francisco que nos invita a “que pidamos a Dios nos dé la lucidez de llamar a las realidad por su nombre, lo valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que Él nos está diciendo y no rumiar la desolación”.

Creyendo en la presencia de Jesús Resucitado que nos acompaña en el camino de la vida y se sienta con nosotros para partir el pan como en Emaús, alimentamos con la guía del Espíritu, la esperanza de otra sociedad, otra Iglesia, otra vida consagrada que sea “tierra de sueños y hospitalidad” para el futuro de Chile.

Padre Hurtado, 18 de abril de 2018.

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