Espiritualidad Franciscana

La Orden de los Hermanos Menores, fundada por San Francisco de Asís, es una fraternidad en la cual los hermanos, siguiendo más de cerca de Jesucristo bajo la acción del Espíritu Santo, se dedican totalmente, por la profesión, a Dios sumamente amado, viviendo en la Iglesia el Evangelio según la forma observada y propuesta por San Francisco.

Los hermanos, seguidores de San Francisco, están obligados a llevar una vida radicalmente evangélica, es decir: en espíritu de oración y devoción y en comunión fraterna; a dar testimonio de penitencia y minoridad; y, abrazando en la caridad a todos los hombres, a anunciar el Evangelio al mundo entero, a predicar con las obras la reconciliación, la paz y la justicia y a mostrar un sentido de respeto hacia la creación” (Constituciones Generales OFM, art. 1).

Los franciscanos no somos monjes sino religiosos surgidos de un grupo llamado Órdenes Mendicantes, en el siglo XIII. Aunque no somos una Orden contemplativa, sin embargo el acento está puesto fuertemente en la oración, la vida con Dios e incluso el eremitorio. Tratamos de unir en la vida diaria la contemplación y la acción.

Entre nosotros nos llamamos y vivimos como hermanos si bien muchos son también sacerdotes. Francisco quiso que sus hermanos tuvieran los mismos derechos y deberes sin distinción. A la cabeza de la fraternidad hay un provincial que se llama ministro y un superior que se llama guardián. Estas palabras significan que se trata de alguien que sirve y cuida de los hermanos.

Según las épocas y los lugares, la Orden franciscana ha vivido valores particulares: pobreza, sencillez, humildad, justicia, paz y alegría, admiración ante Dios, las personas y toda la creación, etc., dando mayor prioridad al aspecto del testimonio de la vida personal y comunitaria.