Peregrinación Roma y Asís

Por Catalina Leal y Marioly Torres

“Carlo Acutis siguió los pasos de Francisco. No quería convertirse en un franciscano con hábito, un franciscano clásico, como los hijos de Francisco. Quería ser original también en esto. Quería inspirarse en Francisco, pero con un modelo de santidad propio”.

Así describía ante los medios italianos a Carlo Acutis el Obispo de Asís, monseñor Domenico Sorrentino, durante el pasado mes de abril. Esa manera original de vivir el franciscanismo quizá fue lo que nos iluminó a los jóvenes de la Casa San Felipe de Jesús para elegir al beato millenial como modelo de santidad a seguir.

El soplo del Espíritu Santo durante una experiencia ESSO en el año 2019 fue quién obró para plantar la semilla de Carlo dentro de la Casa. Los jóvenes vimos en el muchacho italiano un testimonio fecundo de fe en medio de un mundo caótico y globalizado; el mismo que nosotros habitamos. Los frailes que nos acompañaban en ese momento pensaron en lo valioso que sería poder tener una reliquia del beato, por lo que se entregaron con esmero a la tarea de conseguirla. En marzo del 2022 tras numerosas gestiones pudimos dar la bienvenida a la reliquia celebrando lo que Carlo consideraba fundamental para su vida, la Eucaristía.

El deseo de originalidad de Acutis; ese afán por no querer ser una fotocopia más conmovió no sólo nuestros corazones, sino también los de cientos de personas que cada 12 del mes se acercan a la Capilla San Felipe de Jesús para compartir la mesa eucarística y celebrar el legado que nos dejó Carlo. Convertidos como Casa de Jóvenes en un referente de su presencia en Chile, y en medio de la devoción de la gente fue que nos llegó la noticia de su segundo milagro, en mayo del año pasado.

La alegría por el hecho de que fuese declarado santo, y el compromiso por querer seguir dando a conocer su vida fue lo que nos llevó a un grupo de integrantes de la Casa de Jóvenes (Marioly Torres, Lizette Sepúlveda, Vicente Abarca, Pablo González, Carlo Esparza, Catalina Leal, Julia Cornejo, Luis González,  y el Hno. Luis Cisternas) a soñar con asistir a su canonización. Esa idea, repentina dentro de nuestras agendas diarias de estudio y/o trabajo, poco a poco se logró concretar, con el esfuerzo personal y colectivo, y el aporte de los feligreses de Carlo Acutis. Así, pudimos ir dándole forma a nuestro viaje, con fechas de ida y regreso, y rutas que marcarían de manera importante nuestro corazón.

Ahora bien, vivimos lo que versa el dicho popular “uno propone y Dios dispone”, ya que lo que sería nuestra presencia como representantes chilenos en la canonización de Carlo Acutis tuvo un giro inesperado, con el anuncio de la muerte del Papa días previos a nuestro ansiado viaje y la consecuente cancelación de la canonización del santo millennial.

Así, durante el viaje tuvimos la gracia de presenciar momentos trascendentales, que marcan un nuevo caminar no sólo en la historia de la Iglesia, también, por qué no decir, del mundo. Íbamos a celebrar la llegada de un nuevo santo, pero en su lugar vivimos el rito que marca la culminación de la vida de un Papa, luego de la visita de la hermana muerte corporal, seguido de la llegada de un nuevo pastor.

Llegamos a Roma…

El día 24 de abril, nueve peregrinos emprendimos viaje a Roma. Al llegar nos recibió una ciudad convulsa por lo que estaba sucediendo y por el ritmo propio de un lugar cosmopolita, que recibe millones de visitas al año, como cuna de la fe y de la rica cultura que ha cultivado por siglos. En ese contexto, con horas de viaje en el cuerpo, cambios de zona horaria y las ganas de vivir lo que teníamos por delante, asistimos el día 26 de abril al funeral del Papa Francisco. Desde nuestra perspectiva ese momento fue un regalo de Carlo, aunque un funeral no tuviese precisamente una connotación positiva. El poder decir adiós a aquel pastor con olor a oveja, hermano latinoamericano, y sacerdote que, aunque jesuita, profundamente franciscano, fue algo que jamás imaginamos vivir.

Convocados en la Plaza de San Pedro, junto a miles de personas fue que presenciamos los rituales de exequias; notoriamente simplificados a pedido del mismo Papa Francisco. La sencillez que lo caracterizaba estuvo presente incluso en el último momento de su papado. De igual manera, la cercanía que tuvo con los laicos, y el cariño con que estos le retribuyeron era algo palpable. Más que tristeza, estábamos convocados en la alegría; para celebrar lo que había sido su vida, la entrega a Dios y el aporte que fue para nuestra Iglesia. Fue el Papa de nuestra juventud, y supo mejor que nadie acercarnos a aquel que nosotros consideramos tan valioso, Francisco. Eligiendo portar su nombre, invitando al cuidado de la creación, a la paz y la justicia, vivió al igual que Carlo, una santidad propia, un franciscanismo sin sayal ni hábito.

Con Carlo, Francisco y Clara

Luego de este momento, el día 27 de mayo arribamos a Asís. Fueron dos días de “gracia”. Tuvimos la fortuna de habitar, brevemente, aquellos lugares en los que San Francisco hizo camino de fe, en búsqueda de una nueva Iglesia, desde su humildad y sencillez, para los menores y marginados. Visitamos la Porciúncula en la basílica de Nuestra Señora de Los Ángeles, la Basílica de San Francisco y la de Santa Clara, el Santuario de San Damián y la Iglesia Santa María Maggiore, en la que se encuentra la tumba de Carlo Acutis.

Carlo reposa apacible, portando un polerón azulado, jeans y zapatillas deportivas. Nada muy distinto a lo que cualquiera de nosotros pudiera vestir. El Rosario que se entrelaza con sus dedos nos recuerda: la santidad no es algo que se nos deba hacer tan ajeno. Es muy probable que más de alguno de nosotros haya jugado los mismos videojuegos que a él le gustaban; que hayamos escuchado a las mismas bandas de música. Así también nosotros le rezamos a María, vamos a misa cada domingo, tratamos de cultivar una relación profunda con Jesús.

A todos nos deslumbró Asís, y para todos fue invaluable poder transitar con nuestros propios pies los mismos caminos que Carlo y Francisco anduvieron. Sentir a Dios en los mismos lugares, contemplar la creación, un poco indómita y perenne de la misma forma en que ellos la vieron.

Estos lugares evocaron en nosotros muchas emociones: alegría, asombro, paz, esperanza, entre otras. Fueron días intensos para nuestros procesos de fe, tanto individuales como colectivos, en la medida en la que cada uno fue removido desde alguna arista, pero en un contexto de apertura colectiva a lo divino; al ESSO (Espíritu del Señor y su Santa Operación) que San Francisco promovía entre sus hermanos.

Cabe señalar, que lo anterior lo vivimos humanamente. No levitamos en medio de las calles de Asís. Hicimos nuestro peregrinar acarreando maletas, con nuestros cuerpos aún en proceso de adaptación a una zona horaria diferente, con las distintas cargas mentales y físicas de la vida de cada uno de los integrantes del grupo. Y es precisamente en ese contexto que San Francisco, Santa Clara y Carlo Acutis salieron a nuestro encuentro a tocar nuestros corazones.

El Cónclave y León XIV

Luego de esto continuamos nuestro viaje, recorriendo bellos paisajes, donde la presencia de Dios y las iglesias no dejaron de maravillarnos. Sin embargo, todo viaje que inicia tiene su fin, y el nuestro cerró con broche de oro. El día 7 de mayo inició el Cónclave y nosotros permanecíamos en Venecia, expectantes a lo que pudiese pasar a tan solo unos cientos de kilómetros de donde estábamos. Regresamos a Roma el día 8, con el anhelo de poder presenciar la salida del humo blanco, lo cual sucedió durante esa misma jornada.

Por logística más que nada, tuvimos que separarnos en dos grupos. Los más jóvenes de nosotros, esperanzados e idealistas, partieron temprano a esperar el humo blanco en la Plaza de San Pedro. Gracias a la paciencia y la fe con que experimentaron todo, pudieron vivir el anuncio de primera mano, desde un lugar privilegiado. El resto habíamos decidido parar un momento para descansar en el alojamiento, compartir un café y relajarnos un poco. Siempre atentos a lo que acontecía en San Pedro por las redes sociales, al ver la fumarola blanca emergiendo de la chimenea a través de la pantalla, nos tocó correr.

La Vía de la Conciliación se encontraba llena de gente: laicos, niños, adolescentes, religiosas, sacerdotes. Corrían todos sonrientes y entusiastas. “Habemus Papam”. ¡The white smoke! ¿Salió humo blanco? “Dio benedica il Papa” Fueron sólo algunas de las expresiones que logramos entender en medio de la multitud. La multiculturalidad, la alegría, las lágrimas y risas nos demostraban lo viva que está nuestra Iglesia. La confianza plena de las personas sobre el hecho de que Robert Prevost era quién Dios había elegido para guiar a la Iglesia era prueba visible de cómo la presencia del Espíritu Santo inundaba Roma.

Nuestro regreso

Estábamos llenos de júbilo. Nunca pensamos que íbamos a vivir acontecimientos así. Qué privilegiados fuimos, pudiendo vivir un Jubileo, el funeral de un Papa, la elección de otro. Conocer Asís. Las tumbas de tantos santos tan importantes en nuestras vidas. No sólo eso, experimentar este viaje acompañados, por Dios, por los hermanos. Peregrinar juntos fue lo que hizo aún más especial esta experiencia.

Con toda la gracia derramada, nos sabemos también responsables de transmitir todo lo vivido. El Papa León XIV en su primer discurso declaró: “Esta es la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante. Proviene de Dios, Dios que nos ama a todos incondicionalmente”. En estos tiempos modernos, elegimos abanderarnos con esa paz, la misma que proclamaba Francisco; la paz y el bien que muy probablemente, a Carlo conmovió tanto y quiso transmitir a todos. Queremos seguir extendiendo el legado de Acutis. Hoy con fuerzas y ánimos renovados por toda la experiencia, es que seguiremos acogiendo a quienes se acerquen a nosotros con la calidez fraterna que queremos, nos caracterice siempre.

Comprometidos con el amor, alegres en la fe, como Casa de Jóvenes Franciscanos sabemos perfectamente, que nuestro proyecto de vida, es estar siempre unidos a Jesús.