Ad portas de Navidad y del cierre del 2024, y a poco más de dos meses del voraz incendio que consumió por completo el Convento y la Iglesia de Iquique, el hermano Claudio Pumarino, ofm, repasa lo que ha sido este tiempo posterior al fatal siniestro. Resiliencia, esperanza y muchas voluntades aunadas, es lo que ha podido observar en su servicio de Guardián. “Es un tiempo de esperanza y mucha confianza en el camino en el cual Dios nos sitúa hoy”, resume.
Por Enrique Astudillo Baeza, periodista
Desde su servicio como Guardián, ¿cómo han sido estos meses, posterior al incendio?
Ha sido un tiempo complejo en términos del duelo que estamos viviendo frente a esta tragedia, pero también ha sido un tiempo de resiliencia maravillosa, porque hemos podido hacer un camino marcado por la esperanza y con mucho entusiasmo más allá del dolor. Aquí la comunidad laical ha sido un aliciente y a la vez, un signo de esperanza y de protagonismo bello. Han sido capaces de organizarse, de hacer un voluntariado que ha ido permitiendo hacer caminos durante estos dos meses y que para nosotros han sido un enorme aprendizaje, porque ahí uno contempla el cariño de ellos a su Iglesia, a su Templo, al Convento, que ha marcado la vida de muchos de ellos desde pequeños, no solamente por ser parte del barrio, sino también por vivir su vida sacramental, su vida de fe en estas paredes que ya hoy día no existen.
¿Cómo ha sido el proceso de levantar no solo lo estructural, sino lo espiritual de la comunidad?
Desde los primeros momentos se comienza a organizar y comienzan a gestar grupos de voluntariado con el fin de ir limpiando, de ir sacando todo el escombro, todo aquello que fueron las cenizas del Convento y de la Iglesia. Y en este sentido, yo llevo poco más de un mes aquí, llegué casi tres semanas después del incendio y ha sido un proceso de escuchar, de animarlos también en que la Iglesia sigue en pie, porque la Iglesia somos todo, que cuando nos levantemos vamos a ser distinto a la Iglesia que había antes del incendio, porque hay una experiencia nueva que tenemos que aprender, que tenemos que aprender a discernir, a reflexionar. Por lo tanto, ha sido un proceso bastante tranquilo, bastante natural, con mucho desafío en términos que hay que mantener esta mística postincendio que se ha dado en la comunidad, tanto en el voluntariado, pero también con una actitud positiva para poder construir y poder levantarse. Así que ha sido una experiencia desafiante, pero también bonita.
Hubo un momento de reforestación en la zona afectada por el incendio, ¿de qué manera ha contribuido esto a la recuperación emocional y espiritual de la comunidad?
Fue un momento muy bonito, porque no solamente significa estar en un lugar en el cual muchos de los voluntarios pasaron su vida de niños, compartían con los hermanos, sino que era un lugar de tránsito desde el Convento a la Iglesia, por lo tanto, fue un momento bien significativo por dos cosas. Primero, porque de una u otra manera es un signo de esperanza, un signo que anima y da testimonio de una Iglesia que está presente, que no ha bajado los brazos a pesar del dolor. En segundo lugar, porque nos sitúa en esta dinámica celebrativa de toda la Orden Franciscana, por los 800 años de la composición del cántico al hermano Sol y la hermana Luna, en un lugar significativo, que era el antiguo jardín del claustro, pero también al lado de la palmera, que a pesar del voraz incendio, nos ha demostrado la resiliencia de la naturaleza, porque ya ha ido floreciendo y es un signo permanente de la vida y también un signo histórico de la vida del Convento.
¿Qué acciones concretas se han llevado a cabo en estos dos meses para generar recursos destinados a la reconstrucción de la parroquia, y cómo ha respondido la comunidad a estas iniciativas?
El Convento y la Iglesia son monumentos nacionales. Hay una declaración que tiene 30 años cuando fue declarado esto monumento nacional. Conforme a esta realidad y a esta característica del inmueble siniestrado, hay una normativa estatal que regula todo el proceso de reconstrucción o de restauración de un edificio que es monumento. Por lo tanto, estos dos meses han sido para compartir el dolor en primer lugar de la tragedia, pero también junto con la dimensión de la tragedia, ha sido un espacio para dialogar las voluntades, para poder reconstruir esto. Hoy, hay un camino que se ha hecho bastante auspicioso por tres cosas. Primero, porque hay una voluntad política y ciudadana de recuperar este espacio, porque este espacio va más allá de lo netamente eclesial, sino que también es un espacio de la ciudad. En segundo lugar, se han dado pasos en términos de instalar una mesa técnica que ayudará justamente a ir estableciendo los pasos, los criterios para poder establecer el tiempo y la duración de este proceso de restauración. Y, en tercer lugar, porque hay una voluntad de compromiso de recursos, entonces estamos en un horizonte inicial muy auspicioso para poder comenzar el camino de restauración.
¿Qué desafíos principales enfrentan actualmente para devolverle a la parroquia su rol central en la vida de los fieles en Iquique?
Con el incendio se suspendieron todas las actividades pastorales, porque por la magnitud de la tragedia, se tuvo que ocupar los salones para un poco acumular lo poco que se pudo salvar en términos de información. Por lo tanto, toda la actividad pastoral propiamente de la sede parroquial quedó suspendidas hasta marzo próximo. Pero es muy importante decir que la vida de la parroquia sigue funcionando en sus distintas comunidades. Es una parroquia que tiene, además de la sede parroquial, cuatro comunidades más que han seguido la normalidad de la vida más allá de experimentar la tragedia del incendio. Además, hay comunidades que se reúnen en hogares con una vida pastoral distinta, la pastoral del voluntariado, la pastoral solidaria que se rearmó y se revitalizó en estas semanas para ir a ayudar a las familias más pobres, así que ha sido un aliciente de que la vida continúa más allá de los dolores. Es una comunidad viva, es una comunidad parroquial que recibió el golpe, pero que ha tenido una resiliencia como la palmera.
¿Han recibido apoyo de la diócesis, organizaciones religiosas o instituciones locales en esta etapa de reconstrucción, y cómo evalúa la colaboración recibida hasta ahora?
En cuanto a los apoyos económicos y emocionales, esto ha estado presente en toda la vida de la ciudad, tanto en el ámbito del voluntariado, también. Hay una solidaridad y un aporte transversal de distintas personas. En el ámbito económico, se cuenta hoy día con una cuenta corriente donde se han recibido apoyos de todas las fraternidades que forman parte de la provincia, de las distintas comunidades cristianas Franciscanas presentes en nuestra Iglesia de Chile, junto también al gobierno provincial. En términos de ayuda de la diócesis propiamente tal, en términos así directos no hemos recibido mayor información sobre esto.
¿Qué estrategias o planes tienen en mente para asegurar la sostenibilidad económica de la parroquia en 2025, considerando la incertidumbre que mencionan?
La mantención económica de la parroquia es un gran desafío, yo diría que es un desafío en mayúscula, porque todo se ha resentido. La vida de la parroquia se construye en base a la misa, de la alcancía, de las donaciones, del 1%, por lo tanto, es una realidad que hoy estamos estudiando bien. Estamos ajustando los balances para ver cómo va a ser la realidad que tendremos que asumir desde marzo en adelante cuando la vida parroquial vuelva en su plenitud. Es evidente de que no estamos en el mismo pie hoy a como estábamos antes del incendio, pero también reconociendo que es una realidad más global.
En medio de esta situación, ¿cómo han logrado mantener la práctica de los sacramentos y la vida pastoral para la comunidad parroquial?
La vida sacramental sigue normal. Lo que no podamos celebrar en la sede parroquial, porque nosotros estamos celebrando las misas en un salón que es polifuncional, que sirve para muchas cosas. Hay muchos sacramentos que no se celebran acá, por ejemplo, matrimonios, bautizos, se celebran en otras comunidades, en otras capillas, y eso se ha resuelto bastante bien. Celebramos la eucaristía, que es el sacramento por excelencia, así que ya tendremos Primeras Comuniones después de Semana Santa, por lo tanto, todavía queda un tiempo, pero hemos tratado de ir recuperando la normalidad poco a poco.
¿Qué mensaje de esperanza y fe les gustaría transmitir a la comunidad en este momento de crisis, especialmente de cara al desafío que representa el año 2025?
Agradecer a la gente que ha estado desde el primer momento poniendo su salud por sobre la inclemencia del polvo producto del incendio, también por la inclemencia de los días de sol, de calor y no han bajado los brazos. Agradecer a Dios por la generosidad y el testimonio de valentía y cariño de la gente de nuestra comunidad, de aquellos que han retornado, simplemente por cariño a su querida Iglesia y a su querido Convento. En la profunda confianza de que Dios nos levanta, irá haciendo caminos nuevos con nosotros y que para eso nosotros necesitamos la disponibilidad del corazón y la mejor disposición de toda la vida para que todo esto pueda resultar de la mejor manera. Ha sido un tiempo bonito, de reencontrarme para mí después de cuatro años, con la comunidad, de hacer camino. Es un tiempo de esperanza y mucha confianza en el camino en el cual Dios nos sitúa hoy.