Solidaridad y fe en trabajos de limpieza tras incendio en parroquia San Antonio de Padua de Iquique

La devastación causada por un voraz incendio que consumió gran parte de la histórica parroquia San Antonio de Padua dejó a la comunidad sumida en el dolor. Sin embargo, lo que ha emergido de las cenizas es un ejemplo de unión y solidaridad. La respuesta mancomunada de personas cercanas y lejanas ha sido fundamental para comenzar los arduos trabajos de limpieza y retiro de escombros.

Por Enrique Astudillo Baeza, periodista

No pasaron ni 24 horas del fatal incendio y toda la comunidad parroquial de San Antonio de Padua se propuso una sola convicción. Había que comenzar a trabajar en la limpieza del templo. Tarea no fácil, pues el dolor y la desolación por la perdida, se mezclaba con la labor de ver todo convertido en cenizas. “Hemos mantenido el equilibrio entre lo que es urgente y nunca dejar de salvaguardar el poco patrimonio material que quedó”, relata Aníbal Valenzuela, miembro de la Orden Franciscana Seglar, ofs.

Pero aquel esfuerzo trascendió creencias religiosas y posiciones políticas. Vecinos, autoridades locales, funcionarios de Gobierno, laicos y hasta aquellos que se habían alejado de la iglesia o no profesan fe alguna, se unieron en una labor que entrelazó el sacrificio físico y anónimo en muchos casos, con el dolor emocional por lo acontecido.

La gente tiene necesidad de hacer algo, porque esto que pasó fue devastador, no solo para la comunidad, sino que fue un golpe duro para toda la ciudad y para la región también. Entonces, desde el primer momento la gente quiso colaborar, ayudar y no estar solo mirando”, agradece Aníbal Valenzuela.

La parroquia San Antonio de Padua en Iquique, reconocida como patrimonio cultural de la región, no solo es un punto de encuentro para los fieles que llenan sus asientos semanalmente, sino también, es un espacio de recogimiento y celebración para actividades culturales y artísticas. Su pérdida ha dejado un vacío que los voluntarios buscan llenar no solo con la reconstrucción física a futuro, sino también con el fortalecimiento del sentido de comunidad. “Sin duda, aquí el Señor nos está hablando y algo nos quiere decir. Somos personas de fe, creemos en Dios, por eso no nos vamos a abatir”, expresó el miembro de la Orden Franciscana Seglar, ofs.

Los trabajos solidarios continúan de manera intensa. Mañana y tarde, se remueven escombros y se planifican nuevas estructuras para que no se derrumbe el carácter histórico del lugar, y su vez, se piensa de inmediato en nuevas ideas para mejorar su protección y cuidado a largo plazo.

Además, se está evaluando la implementación de medidas preventivas para evitar futuros siniestros y garantizar la seguridad del templo. “Gracias a Dios, como conocemos el templo, sabemos dónde pudieran estar los tesoros patrimoniales, la sacristía y pedimos que trabajen con mucho cuidado”, añade Aníbal, pues esta obra colectiva ha sido un testimonio vivo de que, ante la adversidad, el espíritu humano puede superar las barreras de la religión, la política y la distancia.

En medio del dolor, el templo ha comenzado a resurgir, no solo como un edificio, sino como un símbolo de esperanza, fe y unión para la comunidad”, concluye Aníbal Valenzuela, miembro de la Orden Franciscana Seglar, ofs.

Reencuentro en medio del dolor

Lorenzo Gombalet Arteaga, cercano a la parroquia desde los 10 años, con diferentes servicios pastorales, pero que, con el paso del tiempo, dejó de lado, siente que el incendio conmovió a mucha gente y hoy los hace volver con más cariño que nunca. “Nos duele aún y creo en la necesidad de estar presentes, de poder ayudar, de poder acercarnos a la parroquia. Y es por eso que se creó un grupo de WhatsApp, donde fuimos añadiendo a todos nuestros conocidos, a todos nuestros amigos y los mismos amigos fueron integrando a más, a más y en estos momentos somos 250 personas, que la mayoría somos conocidos, de hecho, nos hemos reencontrado allí en la parroquia”, relató.

Frente a lo anterior, Lorenzo, agrega que, en la difícil labor del retiro de escombros, conservar o encontrar objetos que se hallaron, ha sido emocionante. “Para mí y para todos, ha sido una etapa de reencuentro, de ayuda, de apoyo. Toda la gente de algún modo ha estado súper en sintonía con lo que está pasando. Hemos recibido ayuda de todos lados. Nosotros publicamos algo e inmediatamente aparece la gente con la respuesta a la ayuda que necesitábamos, principalmente útiles de aseo, cosas para preservar lo que estamos guardando”.

Ha sido todo un trabajo súper comunitario y se ha vivido una fraternidad. Estos trabajos han sido coordinados entre los frailes, la comunidad presente hasta el momento del incendio, la comunidad de San Francisco y la gente que se ha acercado, la gente y también los vecinos que también han mostrado harto interés en este tema”, valoró Lorenzo Gombalet.

Los trabajos mancomunados de limpieza y retiro de escombros en la parroquia San Antonio de Padua en Iquique reafirman el rol que tiene el templo como un espacio de encuentro, paz y celebración para generaciones futuras en el norte grande de Chile.