En una íntima entrevista, el Hermano José Catalán, ofm, nos cuenta de estos 50 años de sacerdocio y cómo el tiempo se ha encargado de regalarle el ciento por uno por su vocación y servicio en medio del Pueblo de Dios.
Por Enrique Astudillo Baeza, periodista
El Hermano José Catalán, ofm, acaba de cumplir 50 años de sacerdocio. Los celebró en la parroquia San Francisco de Asís de la Cisterna. Bodas de oro que constituyen para él un espacio oportuno para agradecer a Dios todas sus experiencias vividas en este medio siglo.
Nos espera en su escritorio en la parroquia San Francisco de Asís de la Cisterna. Un piano de varias décadas atrás está a su derecha. Una luz tenue acompaña la entrevista. Nos cuenta que es oriundo de Nancagua y sus padres son Froilán y Sara. Son 50 años que desea repasar en estas líneas.
¿Qué lo motivó a querer ser sacerdote?
– Yo creo que esto estaba desde niño. Yo tenía ese deseo de servir a la Iglesia. Más bien no era consciente de eso, pero cuando veía a los padres aparecía el deseo de poder también algún día llegar a servir el altar. Bueno, después con los años, veo todo lo que significa eso. Lo hago con conciencia de lo que significa el servir al altar. Yo creo que ese llamado lo sentí desde pequeño. Es un llamado del Señor que va suscitando en diferentes momentos de la vida.
¿Por qué optó por la Orden Franciscana?
– En mi pueblo cuando iban a misiones conocí a los Capuchinos, pero nunca me acerqué a ellos. Íbamos como niños, porque nos daban escapularios y todas esas cosas. Luego, a los Franciscanos los conocí tras un proceso que fui viviendo a lo largo de mi vida en ese deseo de ser sacerdote. Después los encontré en el Seminario Juvenil San Felipe de Jesús. Después fui a Quillota y a Quintero y en cada lugar me acogieron muy bien y me quedé ahí y me entusiasmé y comencé a conocer a la Orden Franciscana y a los hermanos.
¿Qué recuerda de sus primeros días de sacerdocio?
– Sin duda, la primera misa. Fue en agosto y fue un momento muy grande, porque mucha gente de mi pueblo estuvo ahí y lo prepararon todo. Había profesores, compañeros de niños. Y para muchos fue una sorpresa, porque en mi pueblo, digamos, no hubo quien no haya participado de todo mi proceso hacia la vida religiosa y sacerdotal, por eso para todos fue una cosa muy grande, porque muchos no se lo esperaban. Fue algo súper bonito, muy hermoso y muy grande también en el sentido que para un pueblo era una ordenación, era una primera misa de un sacerdote de ese lugar.
¿Qué significa celebrar hoy 50 años de sacerdocio?
– Es una síntesis de todo mi caminar. Todo un recorrido con altos y bajos, con más, con menos, con avances, como es la vida y siempre en el deseo de seguir sirviendo lo mejor posible. Las etapas cuesta asumirlas, no es tan fácil asumirlas, porque uno cuando piensa todo lo que sirvió, todo lo que vivió, ahora ya es menos. Fue toda una vida de trabajo pastoral con los hermanos, de ayudar, de servir con la experiencia.
¿Qué le llama la atención de la vocación sacerdotal en los tiempos de hoy?
– Todo el problema que ha habido, es un problema que hemos tenido que ir asumiendo. Entonces, uno tiene una mirada desde uno mismo, que es compasiva y misericordiosa. Una mirada compasiva y misericordiosa de todo lo que está ocurriendo. Y lo que está haciendo la Iglesia ahora con toda la parte sacerdotal, con toda la parte sinodal – que no se entiende mucho, pero es un abrir la Iglesia a todos los ámbitos para que nadie quede afuera- es fundamental. La Iglesia busca que todo sea claro, para que no parezca todo cerrado, porque antes era todo cerrado. Uno mira a la Iglesia ahora y se está abriendo y el Papa está volviendo a ser alguien que, con calidad moral y religiosa, va entregando mensajes. Eso es sumamente importante en estos tiempos, sobre todo en los que estamos viviendo.
¿Qué mensaje podría compartir a las nuevas generaciones de sacerdotes o aquellos que recién están entrando en una etapa de discernimiento para su vocación?
-La fidelidad al llamado. La perseverancia, sobre todo, teniendo en cuenta, que uno es parte de esta sociedad o es parte de la humanidad, de esta humanidad de ahora, de esta sociedad de ahora. Somos parte de ella y no podemos sustraernos. Hay que tener mucha fe, asumir cada vivencia, cada situación que va ocurriendo en la vida diaria, porque nadie está libre de todas las situaciones que se van dando. Nadie, ni sacerdotes, ni religiosos, ni laicos. Todos estamos en la misma línea de enfrentar la realidad.