Una presencia eclesial joven, peregrina, orante, fraterna y solidaria.
Fr. Luis Andrés Cisternas Aguirre, ofm. Animador Cuidado Pastoral Juvenil- Vocacional OFM Chile.
Desde el lunes 15 al viernes 20 de enero vivimos la experiencia de la “Itinerancia Franciscana 2024” en el Valle de Colchagua en la VI Región, Diócesis de Rancagua; peregrinando desde la comuna de Santa Cruz hasta la localidad de San Pedro de Alcántara. Fueron aproximadamente 85 km de camino por estas tierras, los que recorrimos 7 itinerantes (2 frailes y 5 jóvenes: Carolina León, Yazmin Sáez, Cristopher Díaz, Emerson Orellana, Vicente Abarca, Hno. Ronald Villalobos, ofm, y Hno. Luis Cisternas, ofm). Cabe destacar que esta experiencia se ha vuelto a recuperar después de la suspensión producto de la Pandemia, ya que la última en realizarse fue en el Valle de Salamanca el año 2019.
La Itinerancia franciscana es una experiencia que nos evoca el origen del carisma franciscano con el hermano Francisco de Asís y sus primeros compañeros desenvolviéndose como fraternidad en “el camino”. Con estas palabras lo subraya el mismo Francisco de Asís en la Regla de vida: “Los hermanos nada se apropien, ni casa, ni lugar, ni cosa alguna. Y como peregrinos y forasteros, en este siglo, sirviendo al Señor en pobreza y humildad, vayan por limosna confiadamente, ” RB VI 1-2. Y Jacobo de Vitry maravillado por este estilo de vida que llevaban los primeros frailes, escribió lo siguiente: “Renunciando a todo lo que poseen y cargando con la cruz…, corren libres…, y son enviados de dos en dos a predicar como delante del Señor, preparando su segunda venida”.
Recorrimos el camino, haciendo presencia eclesial joven y alegre, saludando en el camino a quienes transitaban en sus automóviles y orando al ritmo de cada paso por las intenciones de quienes nos pedían oración. Nuestra presencia en la ruta durante cinco días fue esa predicación silenciosa y testimonial, recordando que Jesucristo está presente en el camino del hombre como hermano, compañero, maestro y Señor.
Como peregrinos cada día llegábamos a un lugar para pasar la noche, en esta ocasión siempre una Capilla o Parroquia, y luego seguíamos nuestro camino. Por eso, aprovecho de agradecer en nombre de nuestra fraternidad Itinerante a los hermanos Párrocos de Peralillo, Pumanque y San Pedro de Alcántara (Pbro. René Gaete, Pbro. Martín Medel y a nuestro hermano Pbro. Fermín Castro, respectivamente) por la disponibilidad para acogernos y facilitarnos sus dependencias. Asimismo, agradecemos la acogida y oración de Mons. Guillermo Vera Soto, Obispo de la Diócesis de Rancagua.
La dimensión fraterna también fue otro de los aspectos importantes en esta experiencia, pues no fuimos caminando solos sino siempre con hermanos y hermanas a nuestro lado. El camino nos presentó desafíos como fraternidad itinerante, tal como lo hace la vida misma, y ahí tuvimos que dialogar, consensuar y discernir. El camino nos permitió crecer en los vínculos a través de la confianza que lentamente se comenzó a gestar entre nosotros.
La itinerancia o peregrinación proviene del término latino “ager”, es decir, estar en el campo o en una tierra donde no se vive habitualmente. Esto es importante recordarlo porque la itinerancia no sólo es un ejercicio físico sino sobre todo del corazón o la interioridad. Por esta razón, es que la semana previa a la itinerancia vivimos unos días de preparación, que llamamos “itinerancia interna”, la que daría sentido a la “itinerancia externa” y la acompañaría como ese complemento irrenunciable. De esta manera, es que cada día comenzábamos nuestra jornada de cara al Señor a través del silencio y la escucha de la Palabra de Dios, y por la noche nos reuníamos como fraternidad para reconocer al Señor en la fracción del Pan, como los peregrinos de Emaús.
El calor, el cansancio y la sed, despiertan en nosotros la natural actitud de sobrevivencia que podría llevarnos al egoísmo, por eso, itinerar nos permitió entrar en la escuela de la solidaridad, primero entre nosotros y luego con los demás. A veces en el camino tuvimos que esperarnos, caminar más lentos, compartir el agua y colaborarnos en la preparación de la comida. En situaciones de intemperie como esta itinerancia, pudimos experimentar mínimamente aquello que viven los temporeros que encontramos en el camino trabajando bajo el sol y tantos hermanos migrantes que deben atravesar arriesgados caminos pasando días y noches sin un techo seguro. En nuestro camino orante ellos estuvieron en nuestro corazón.
Por último, mencionar que el caminar por diferentes localidades y recorrer tres territorios parroquiales, también nos permitió encontrarnos con las comunidades, por ejemplo celebrando la Eucaristía de inicio de las “Santas misiones” junto a la comunidad de Lihueimo en la Capilla Nuestra Señora del Carmen, participando en el programa radial “De todo un poco y algo más” de la Radio Costa FM de Paredones en la Localidad de Nilahue Cornejo, y celebrando una hermosa Eucaristía en Honor a San Francisco de Asís junto a la Comunidad parroquial de San Pedro de Alcántara, con la cual finalizamos y agradecimos al Señor por lo vivido.
Nuestra peregrinación culminó el día viernes, pero nuestro corazón sigue en camino, preguntándonos como el hermano Francisco Asís: “Señor ¿Qué quieres que haga?”, “Mi Dios y mi Todo ¿Quién eres tú, dulcísimo Señor y Dios mío? Y ¿quién soy yo, gusanillo, tu servidor?”…