Misiones Franciscanas 2024 inundó de fe y oración el sur de Chile

Desde el 10 hasta el 21 de enero, las islas de Quehui y Chelin en Castro, recibieron la visita de un grupo de frailes y laicos en el contexto de las misiones 2024. Fe, acompañamiento y oración, marcaron la jornada misionera en el sur de nuestro país.

Por Enrique Astudillo Baeza, periodista

De las misiones 2024 participaron cinco frailes: el Hermano René, Andrés, Marcos, Alberto y Claudio; además de las laicas Gladys y Dany de Santiago, y María y Nicol de Parral.

Fe, trabajo y familia

El Hermano Claudio Salgado, ofm, explica cómo nace la idea de llegar hasta esta parte del sur de Chile. “Como Secretaría de Evangelización y Misión de la Provincia, los hermanos de la Fraternidad de Castro- que atienden las islas de Quehui y Chelin -nos solicitaron 10 misioneros laicos y frailes para visitar y acompañar la vida de fe de cinco comunidades”, detalla.

En su análisis, el Hermano Claudio desglosa la vida de este sector. “Cada comunidad tenía su particularidad. Unas con más sentido de comunidad que otras, pero todas muy presentes en sus fiestas patronales, en las misas recordatorias de algún familiar o en los novenarios. En general tienen buena situación económica, pero eso los hace demasiado “trabajólicos” y les hace perder un poco el sentido a la vida y no se dan el tiempo para compartir más como familia y disfrutar de lo que logran por el esfuerzo de su trabajo. Trabajan embarcados y los días que están en tierra, trabajan sus campos y cultivos. Son solidarios frente a situaciones de dolor, pero a la vez, hay diferencias muy marcadas, ya que les cuesta comprometerse en la junta de vecinos y en otras organizaciones, por supuesto también en la Iglesia, pero cuando les conviene allí están”, analiza.

Las visitas fueron en gran parte a las familias, donde en algunos lugares hubo bendiciones a los hogares, también bendiciones a los adultos mayores y entregaron la Comunión, sin dejar de celebrar la misa y tener espacios de oración y bendición en los cementerios.

Frente a lo anterior, el Hermano Claudio, cree que este carisma les da un sentido profundo a las misiones. “Valoramos la misión y la entrega de los misioneros, como también, la acogida de las familias en especial de las que los acogieron en sus casas durante toda la misión”.

Devoción a tope

Luego, del 19 al 21 de enero, la misión se trasladó hasta la Fiesta de Jesús Nazareno de Caguach, donde apoyaron la celebración. “Vimos muchos peregrinos y una gran devoción, pero también mucha necesidad de una mayor presencia de sacerdotes o religiosos para acompañar durante la fiesta, como también de una mejor coordinación por parte de los responsables de la fiesta. Trabajamos bastante pero no era fácil por el problema de coordinación, pero contentos de todo lo que aportamos y de la acogida por parte del Vicario General de la Diócesis, padre José Andrade”, advierte el Hermano Claudio Salgado, ofm.

Experiencias que marcan para siempre

Para Nicol Ruiz Parada, ofs, quien es de Parral y también miembro del Equipo de Misión y Evangelización, las misiones 2024 fue una experiencia enriquecedora para todos, “tanto para misioneros como los misionados, ya que terminando la misión en Quehui y Chelín, se pudo descubrir la importancia de la vida en comunidad y la riqueza de su gente, que se cuidan entre ellos para poder realizar las actividades diarias. Pudimos visitar a enfermos y ancianos en sus hogares llevándoles la Comunión y Unción, además de momentos de escucha que son tan necesarias para aliviar los corazones de quienes viven en soledad o abandono muchas veces”, recuerda.

Nicol precisa que se vivieron experiencias únicas de bendiciones y de fe popular, “bendiciendo botes, casas, e incluso, participando en el rezo de Novenarios propios de las islas y la vida del campo. Al terminar con eso, pudimos ser parte de la fiesta de Cahuach, donde visitamos al Nazareno y los hermanos sirvieron directamente en la entrega de bendición y sacramento de Confesión y nosotras, las misioneras laicas, nos pusimos al servicio de todo lo que necesitaran, ya sea apoyando con el cuidado de las velas y lo que conlleva el velar por el cuidado del templo patrimonial. Fue hermoso ser parte de tan hermosa fiesta de fe popular”, enumera.

Por último, Nicol siente que todas estas misiones son un regalo de Dios. “Todo esto nos llena de energía para seguir caminando y darnos cuenta de que la misión es fuera y que debemos ir a las casas de los hermanos que están más lejos y mostrarle la imagen de Cristo, entregándoles el mensaje de paz y bien que somos invitados a llevar como Franciscanos desde nuestra espiritualidad”, concluye.

El paso de Dios

Gladys Aranda Ortiz, quien participa en la Capilla San Felipe de Jesús en Santiago, también fue parte de la misión. Ella, siente que “hoy, Jesús nos llama a ser misionero del amor y a experimentar la conversión de San Pablo Apóstol y también lo que nos relata el evangelio de Marcos que nos invita a ser apóstoles por todo el mundo proclamando la buena noticia”.

Mi experiencia en esta misión fue muy hermosa. Llegué a Castro a la casa de los hermanos y en la tarde partimos a Quehui con el Hermano Claudio Salgado. Llegamos a la casa que nos acogió del matrimonio Marta y Juan y su hija Marina quienes fueron muy acogedores. Al día siguiente fuimos a visitar las casas de las familias del lugar.  Visitamos 24 familias y unas cuatro personas que encontramos en el camino”, añade Gladys.

Sobre esa línea, rescata de la misión la gran cantidad de personas que viven solas y de edad avanzada, “pero activas en su trabajo de sembrado de papás como fuente principal de ingresos, además del ganado, aves y cerdos”, precisa.

Asimismo, Gladys, vio muy pocos jóvenes y niños, “donde la escolaridad normalmente llega hasta octavo año y los que piden salen a continuar sus estudios afuera. Creo que hace falta un líder que reencante a la comunidad, pues hay un Fiscal, pero la Iglesia se abre cuando hay un funeral o misa recordatoria de un familiar ya fallecido”, enfatiza.

Finalmente, agradece a Dios la buena disposición de la gente de Castro. “En las familias fuimos muy bien recibidos y ellos comparten lo que tienen con el visitante. En fin, fue una linda experiencia, conocer su cultura, ya que la mayoría de las familias tienen apellidos indígenas como sus antepasados. Dios puso su mano en esos lugares”, cerró Gladys Aranda Ortiz.