Hermana María Celina: 105 años en el Monasterio Clarisas de Nuestra Señora de la Victoria

Carismática, sencilla y cercana. Así describen a la Hermana María Celina del Espíritu Santo, quien hizo Pascua al Padre el pasado 6 de septiembre. La Orden Franciscana la recuerda por su gran cercanía y el amor incondicional al Señor. Con más de un siglo de vida, la recuerdan como una Hija de Dios entregada al amor hacia los más desposeídos.

La Hermana María Celina del Espíritu Santo, nació el 21 de diciembre de 1915 en Limache. Hija de don Abdón y la señora Natalia, perdió a su padre muy joven, por lo cual, tuvo que separarse de su familia. Gracias a su madrina, conoció al Señor y luego de una búsqueda, conoció a las Hermanas Franciscanas Misioneras de María, con quien inició su discernimiento vocacional.

Después de su estadía allí, conoció a las Hermanas Clarisas donde sintió el llamado a la vocación del servicio. Pidió su ingreso al monasterio siendo la Abadesa, la Madre María Jesús de San Antonio. Fue recibida al postulantado el 13 de mayo de 1945, iniciando así su vida junto a las hermanas. Tomó el Hábito Franciscano el 11 de febrero de 1946 y profesó sus primeros votos el 3 de agosto de 1949.

Su profesión solemne la realizó el 22 de agosto de 1952 y desde aquel momento se entregó de lleno al servicio a las hermanas, mostrando siempre su caridad con los más enfermos a quienes cuidaba con mucho esmero. Vivió los cambios de la sociedad y los momentos difíciles del país, siempre con fervor y rezando por un mejor país.

Su gran enseñanza fue “Sean amantes de Dios, amante de las almas y de sus Hermanas”.

La Hermana María del Carmen, Abadesa en la actualidad de las Hermanas Clarisas, la recuerda con mucho amor. “Nosotras tuvimos la dicha de compartir con ella en estos últimos años, donde nos hemos enriquecido con su alegría, con sus ocurrencias, con su fervor. Siempre una poesía para el cumpleaños de alguna de las hermanas o visitas que teníamos. Siempre salía con una palabra reconfortante, siempre preocupada de las hermanas, especialmente de las jóvenes, a quienes invitaba a estar contentas y a seguir fieles a Jesús”.

Recuerda de ella su amor al evangelio: “Siempre decía no dejen a Jesús, él no tiene la culpa. Nos invitaba a ir donde la Virgen. Nuestra querida Celinita era una hermana donde podíamos conversar, consolarnos y reírnos juntas. Recordaremos tus poemas y tus jaculatorias”.