Inspirados en la labor de Fray Andresito, la comunidad de la Recoleta Franciscana de Santiago, tiene un comedor solidario desde hace 30 años, donde entregan alimento a los más necesitados. Desde el inicio de la pandemia, el número de porciones ha crecido en proporción a las necesidades de su gente.
Por: Vanessa Yegres
En un espacio en el que usualmente operan alrededor de 20 voluntarios, de lunes a viernes, recibiendo a personas en situación de calle con puertas abiertas al comedor de la parroquia, ahora solo están tres personas, dos veces por semana, preparando entre 150 a 180 porciones diarias en la humilde cocina de la Recoleta Franciscana.
El comedor Fray Andresito surgió hace más de 30 años, y en los últimos meses, el grupo de voluntarios y las personas pertenecientes a la comunidad parroquial, han visto el impacto que ha tenido la cuarentena por la crisis del coronavirus en el funcionamiento del recinto y cuánta necesidad existe actualmente entre sus feligreses.
Entre los tres voluntarios, se encuentra el hermano Nicolás Alfaro, encargado del comedor, quien explica que esta iniciativa surgió y se ha mantenido a través del tiempo, siguiendo la característica de los conventos franciscanos de ayudar a los más pobres. “Siempre el barrio Norte de Santiago, pasando el Mapocho, ha experimentado más pobreza y de forma palpable. Después de 1900, con el auge comercial que tuvo la zona y como espacio de abastecimiento, se fue produciendo esta paradoja, que si bien había mucho comercio alrededor, también fueron llegando personas en situación de calle que fuimos albergando hasta hoy”.
El religioso limosnero
Fray Andresito fue un religioso franciscano que vino a Chile desde España, pasando primero por Uruguay y luego a la Recoleta en Santiago, y se dedicó a hacer el bien. Era conocido por lo que en la época se llamaba religioso limosnero, por tanto, su tarea era salir del convento, pedir ayuda para los frailes que recibían, pero lo que lo hizo conocido fue su capacidad de ser puente de ayuda entre quienes más tenían y los más pobres, y también tenía el don de la curación, por eso muchos acudían a él, pidiendo ayuda para sanar diversos males.
Este espíritu de generosidad con los demás que ha calado a la esencia del comedor, es lo que inspira a Eymara Gómez, una mujer venezolana que, además de trabajar como secretaria en la parroquia, presta apoyo como una de las pocas voluntarias del comedor en este tiempo. Eymara cuenta que después de tres años en Chile con su familia, ha visto y vivido la necesidad de ayuda y oportunidades que muchas personas que han atendido en el comedor padecen.
También cuenta que si bien antes podían invitarlos a pasar a la parroquia para sentarse a comer, tuvieron que adaptarse a un nuevo modo de trabajo: los voluntarios no están asistiendo, ya que la mayoría de ellos son personas en grupos de riesgo, y con el equipo más pequeño, surgió la idea de entregar la comida en envases biodegradables.
“Ha aumentado mucho el número de personas que vienen al comedor. Noto que están las personas que ya venían antes pero otras personas nuevas. Los ayudamos dándoles mascarillas y desinfectante”, dice Eymara, agregando que su fe no da espacio a creer que llegó al comedor por casualidad, “estoy aquí porque Dios lo quiso”.
Mostrando la caridad de Jesús
Desde hace 10 años, parte esencial del equipo es Sandra Aguayo, la cocinera del comedor. Para Sandra, la experiencia que ha recibido por su labor ha sido enriquecedora en cuanto a lo espiritual. “He aprendido y conocido a muchas personas, y eso nos hace ser más humanitarios a lo largo de nuestra vida, porque a veces estamos con el corazón un poco apretado, y al ver a tantas personas con necesidad, podemos mirar más allá y esta oportunidad me ha brindado eso”.
Comparte, además, que una de las cosas más duras que ha visto en este tiempo, es la necesidad de comida y techo de muchas personas. “Ha sido duro ver esa realidad, no solo personas en situación de calle sino personas que tenían una vida normal, que ahora tienen muchas carencias”, explica.
Por su parte, el hermano Nicolás rescata que cumplen la misión de Fray Andresito, al ser capaces de llegar a tantas personas y gracias a la sensibilidad de tantas otras. “El comedor no recibe ninguna otra ayuda, solamente es la caridad de la comunidad que sintoniza con la presencia actual de Fray Andresito, que lleva a Jesús, en medio de la Recoleta”.
Desde ese camino de fe, es que muchos hombres y mujeres, animados también por los religiosos, han visto en la Recoleta Franciscana, un lugar para mostrar la caridad de Jesús y eso se ha materializado durante todos estos años, en el comedor de Fray Andresito.