Se trata de material didáctico financiado con los recursos obtenidos por el Fondo de los Derechos de Autor de la poetiza, que es administrado por la Orden Franciscana.
Son sólo 13 las niñas que asisten al Jardín Infantil GabrielaMistral, de la localidad donde nació la poetiza chilena más importante del país. Tienen entre 2 y 4 años y esperaron con ansias la llegada del hermano GonzaloCollipal, quien fue el encargado de llevarles útiles escolares, instrumentos musicales y material didáctico para su desarrollo educativo, cumpliendo así el deseo de Mistral.
Por ello, a la llegada del hermano Gonzalo, quien es además el responsable de la administración de los ingresos obtenidos por la utilización de la obra de la poeta, las niñas lo recibieron con cánticos y poesía, como muestra de alegría y agradecimiento.
“Es muy gratificantepoder llegar hasta ese lugar y encontrarse con el espíritu de GabirlaMistral. Me sentí muy bien, cumpliendo justamente lo que ella quería , en nombre de todos los hermanos franciscanos, y eso fue un honor. Es un honor pensar, llegamos hasta aquí, a pesar de tantas complicacionesque se dieron en el camino para poder enviar las cosas. Ver a las niñitas, fue gratificantey una sensación muy bonita”, expresó el hermano.
Y ese fue justamente el deseo de Mistral, quien en la tercera cláusula de su testamento, estipuló que fuera la Orden Franciscana la encargada de recibir y distribuirlos dineros que se aportaran por la publicación de sus obras en América (que luego de las albaceas se extendió hasta el mundo entero), con el fin de que «estos bienes fueran entregados a los niños pobres del pueblo de Monte Grande”, decía la poetiza.
Gracias a dichos recursos, la donación realizada este año, benefició no sólo a las 13 menores del jardín infantil del pueblo, sino que también a más de 300 niños de la Escuela GabrielaMistral, quienes recibieron tres estaciones de ejercicios, libros de educación básica, literatura infantil, implementosescolares, entre otros artículos.
Para poder levantar las necesidades de los escolares, cada año los hermanos franciscanos visitan Monte Grande para conectarse con la realidad local, y poder cumplir el deseo de la poetisa de esa tierra, ir en ayuda de los niños. Un trabajo que no cesará con los años y que continuará haciendo latente el legado de la profesora.