
Cada año niños y jóvenes, servidores del altar, comparten un espacio de fraternidad y aprendizaje.
Verónica Colivoro tiene 16 años y es oriunda de Chiloé. En cuanto le contaron sobre el encuentro de acólitos quiso estar presente, con el claro objetivo de conocer a otros jóvenes franciscanos, que al igual que ella, apoyan en el altar a los hermanos franciscanos de las distintas fraternidades de Chile.
“Viajé 16 horas en bus para estar acá. Es la primera vez que participo de este encuentro y fue una experiencia muy enriquecedora. Me pone muy feliz darme cuenta que al igual que yo, hay muchos jóvenes que creen en Dios y están dispuestos a ser servidores” comentó.
Ella, junto a otros 24 niños y jóvenes de Iquique, La Serena, Santiago, Castro y Parral, se reunieron durante tres días en la Casa de Jóvenes San Francisco de Jesús de la capital, para compartir un espacio de enseñanza, reflexión y recreación, en la compañía de tres frailes franciscanos.
Según explicó el hermano Isauro Covili, ministro provincial de la orden “este año actividad se realizó en el marco del encuentro de San Francisco con el sultán que estamos celebrando. Por ello, bajo las enseñanzas que nos deja este encuentro, los acólitos tuvieron la oportunidad de estar en lugares de culto de otras religiones y desde esa experiencia de conocer a otros poder valorar mejor su propia fe y servicio al altar”, expresó.
El hermano Luis Cisternas fue uno de los frailes encargados de guiar el encuentro. Según explicó, la actividad comenzó con un ejercicio de valoración sobre la liturgia en la Iglesia y continuó con la visita al Templo Bahai y a la Mezquita Musulmana: “Tras esas visitas reflexionamos sobre lo vivido y conversamos sobre las diferencias que hay tanto afuera como interior de la Iglesia. En base a ello, los acólitos dialogaron sobre cómo la propia cultura de cada una de sus ciudades, también deben integrarse en la liturgia”, comentó.
El encuentro culminó con la celebración de la Eucaristía, presidida por el ministro provincial, en la parroquia Patronato San Antonio de Padua. En la ocasión, los acólitos recibieron la bendición del hermano y el crucifijo de San Damián, el mismo que le «habló» a San Francisco: «Para que Jesús nos siga hablando y nos de la gracias de seguir escuchando», les dijo.