Carta del Ministro general de la Orden de los Hermanos Menores por el 800° aniversario del Encuentro entre san Francisco y el Sultán

Estas y otras cosas que agraden al Señor (Rnb 16,8)

Carta del Ministro general de la Orden de los Hermanos Menores por el 800° aniversario del Encuentro entre san Francisco y el Sultán al-Malik al-Kamil

 

Mis queridos hermanos de la Orden de los Hermanos Menores,
a todos los hermanos y hermanas de nuestra Familia Franciscana,
y a todos mis hermanos y hermanas Musulmanes,

¡El Señor les dé a todos ustedes Su Paz!

Hace ochocientos años, nuestro Seráfico Padre san Francisco, zarpó para Egipto, realizando finalmente el sueño largamente anhelado de ir entre los musulmanes. Llegó al campamento del ejército cruzado, entre los cristianos latinos que a través de años de predicación y de retórica sobre la guerra santa habían sido adoctrinados para despreciar a los musulmanes. Esos mismos musulmanes tenían toda la razón para despreciar a Francisco, conjeturando que él, como la mayor parte del campamento cruzado, era un enemigo y no un portador de paz. Hoy celebramos lo que nadie en ese tiempo podía haber previsto: que un hombre lleno del Espíritu, desarmado y sin nada propio atravesó las líneas de la batalla para pedir un encuentro con el Sultán. Francisco fue recibido atentamente por el Sultán y disfrutó por un largo período de la hospitalidad del jefe musulmán, posteriormente regresó de la visita para reflexionar nuevamente sobre la misión de los Hermanos Menores. Francisco regresó sano y salvo a su tierra natal, profundamente impresionado por ese encuentro y maduró una nueva y creativa visión para sus hermanos sobre cómo debían ir entre los musulmanes, sobre las cosas que los hermanos debían hacer y decir a fin “que agradenal Señor” (Rnb16,8). El aniversario del encuentro de Francisco con al-Malik al-Kamil en Damieta en 1219 nos invita a preguntarnos nuevamente cuáles acciones y palabras, en medio del pluralismo y complejidad del mundo actual, serían agradables a Dios.

Al discernir los signos de los tiempos (Mt 16,3), la Iglesia subraya cada vez más el diálogo interreligioso como un elemento esencial de la misión de la Iglesia hoy. El Concilio Vaticano II exhortó a los fieles cristianos a participar en el “diálogo y la colaboración con los seguidores de otras religiones, a fin de que, con prudencia y caridad, den siempre al mundo testimonio de fe y vida cristiana” (Nostra Aetate, 2). En especial, el Concilio enseñó que la Iglesia debe considerar a los musulmanes “con aprecio” e instó a los cristianos a trabajar con los hermanos y hermanas musulmanes para promover “la justicia social, los bienes morales, la paz y la libertad en beneficio de todos” (Nostra Aetate3). San Juan Pablo II continuó esta misión de diálogo en su ministerio como Obispo de Roma, especialmente cuando invitó a los líderes religiosos del mundo a nuestra casa espiritual, Asís, para presenciar allí la calidad trascendente de la paz. Para aquellos que se reunieron para orar por la paz, la “lección permanente de Asís” es un ideal encarnado de “mansedumbre, humildad, de profundo sentido de Dios y de compromiso en servir a todos” (Juan Pablo II, Discurso en Asís, n. 9, 27 de octubre de 1986), de Francisco. Los Papas Benedicto XVI y Francisco también invitaron a los líderes religiosos a peregrinar a Asís y a orar allí por la paz, y posteriormente, el Papa Francisco invocó la intercesión del Poverelloen su viaje a Egipto, orando para que cristianos y musulmanes se llamen recíprocamente hermanos y hermanas de verdad, viviendo en renovada fraternidad bajo el sol del único misericordioso Dios (Papa Francisco, Discurso a la Conferencia internacional de la Paz,28 de abril de 2017). Es asícomo la Iglesia universal llama a la Familia Franciscana a animar esta fraternidad interreligiosa en el espíritu pacífico de nuestro Seráfico Padre. La Iglesia nos invita a renovar este momento originario de nuestra historia, el viaje de san Francisco a Egipto, para abrirnos de nuevo a la transformación que experimentó el Santo de Asís y caminar junto con los musulmanes y con los pueblos de todas las creencias como compañeros de viaje, como constructores de civilidad, y más profundamente, como hermanas y hermanos hijos de Abrahán, nuestro padre en la fe.

Aliento a la Familia Franciscana a celebrar este aniversario como un momento en el que la luz del Evangelio pueda abrir su propio corazón para ver la imagen de Diosen las personas que miramos con miedo y desconfianza, o peor aún, en las personas que nos sentimos impulsados a odiar. Con ese fin, se han preparado una serie de recursos para asistir a todos aquellos que se sientan inspirados a conmemorar este encuentro de una manera apropiada. Acompañan esta carta las intercesiones que invito a los hermanos a usarlas durante la Liturgia de las Horas a lo largo de todo el año conmemorativo, intercesiones que pueden emplearse apropiadamente en una variedad de ámbitos ministeriales. En abril la Curia general pondrá a disposición on líneun folleto preparado por la Comisión especial para el Diálogo con el islam, que ofrece un cuadro histórico, las perspectivas franciscanas y musulmanas sobre el encuentro y otros materiales para conmemorar Damieta. Nuestra Fraternidad de Estambul, una comunidad de hermanos principalmente dedicada al diálogo ecuménico e interreligioso albergará en octubre un encuentro de hermanos que trabajan en los países de mayoría musulmana. La Pontificia Universidad Antonianumigualmente ha organizado diversos eventos públicos en diversas naciones durante el año centenario. Invito, tanto a los académicos como a los pastoralistas, a participar activamente en estos y otros eventos, y, también, a que consideren creativamente cómo puede su comunidad local conmemorar Damieta a la luz de la realidad local.

Este aniversario ofrece una oportunidad única para una colaboración entre las diversas ramas de la Familia Franciscana. Varios frailes, hermanas, académicos del movimiento franciscano y promotores del diálogo cristiano-musulmán han preparado y editado publicaciones durante este aniversario, los invito a todos a dedicar tiempo este año para estudiar y reflexionar en oración sobre cómo, en su situación social, el valor y la apertura al Espíritu que se vivió en el Delta del Nilo hace tanto tiempo pueda vivir nuevamente en ustedes. La Curia general desea compartir la noticia de tales esfuerzos para construir puentes de discernimiento interreligioso, así es que infórmenos sobre los eventos y de las iniciativas para conmemorar Damieta en su comunidad y en las diversas Entidades de los Hermanos Menores.

Vivimos en una época en que personas de diversas confesiones se afanan en la demonización de los musulmanes e incitan a otros a temerles. Además del estudio y la oración sobre los temas de encuentro y diálogo, aliento a los seguidores de Francisco que no han tenido ningún contacto personal con el islam, a recordar la experiencia de nuestro fundador y dar un paso sencillo y concreto: conocer o encontrarse con un musulmán. Hagan el esfuerzo de conocerlo a él o a ella más allá de saborear una taza de té y de la delicadeza social. Traten de aprender y apreciar qué experiencia de Dios lo anima o la anima y permítanles a sus amigos musulmanes ver el amor que Dios ha derramado en su corazón por medio de Cristo. A pesar de la insistencia del Concilio Vaticano II de que los musulmanes, con nosotros, “adoran al único y misericordioso Dios” (Lumen Gentium, 16),muchas voces tristemente insisten en que es imposible el diálogo entre cristianos y musulmanes. Muchos contemporáneos de san Francisco y del Sultán estaban de acuerdo en que la única respuesta al desafío mutuo era el conflicto y el choque.

Los ejemplos de Francisco y del Sultán presentan una opción diferente. Ya no se puede insistir en que el diálogo con los musulmanes es imposible.Lo hemos visto y lo seguimos viendo en la vida de muchos franciscanos y de sus hermanos y hermanas musulmanes que, con corazón sincero y amoroso, comparten los dones que el Señor les ha dado a través de sus respectivas creencias. La fidelidad a la visión de Francisco nos compromete a compartirla con humildad. En efecto, el especial don cristiano que debemos compartir con nuestros hermanos y hermanas musulmanes no es simplemente el de un cristiano humilde, sino la experiencia de un Dios humilde. Único en su tiempo, Francisco alabó a Dios diciendo, “Tú eres la humildad” (AlD 4), y habló de la “sublime humildad”, de la “humilde sublimidad” de Dios (CtaO27). La búsqueda de Dios del corazón cristiano encuentra descanso en la humildad del pesebre y de la cruz, signos de un Dios que se rebajó hasta hacerse siervo y se humilló a sí mismo por amor nuestro. Francisco nos invita a reflejar esa divina humildad a quienes nos encontramos dando el primer paso como siervos y con amor. De cualquier modo, la fidelidad a la visión de Francisco nos invita a recibir los credos y los creyentes de otras tradiciones de fe con un sentido de reverencia(CCGG art. 93,2; 95,2), con corazones y mentes abiertas a la presencia de Dios en tal encuentro.

Reconozco que algunos miembros de la Familia Franciscana viven como minoría en las tierras de su nacimiento o adopción, se encuentran involucrados en luchas políticas y sectarias y pueden sentir la amenaza de violencia, al igual que muchos hoy en la tierra de Francisco. En algunos países cristianos y musulmanes comparten el sufrimiento de la injusticia social y de la inestabilidad política. Los invito a reflexionar sobre otro de los nombres que usó Francisco en sus Alabanzas al Dios Altísimo: “Tú eres paciencia” (AlD4), o como invocan los musulmanes a Dios:Yā Ṣabūr–“¡Oh Único Paciente!”. Francisco mismo aprendió la virtud de la paciencia a través de su servicio entre los leprosos, a través de los desafíos de sus viajes, y a través de las tendencias que vivió en la Orden al final de su vida, cuando sus propios hermanos abandonaron algunos de los ideales que él apreciaba. Francisco meditó largamente sobre el amor paciente que Cristo manifestó en su pasión, llegando finalmente a identificar la paciencia como un atributo de un Dios misericordioso. “Tú eres paciencia”. Dios sigue un esquema desconocido para nosotros, y Dios mueve los corazones de mujeres y hombres por caminos también desconocidos para nosotros. Francisco luchó por comprender el plan de Dios para aquellos que no seguían a Cristo como Señor, y encontró refugio en la oración de alabanza que afirma que el Señor es paciencia. Ojalá Dios conceda la gracia de la paciencia a cada uno de nosotros para que aprendamos a vivir juntos.

A nuestras hermanas y hermanos musulmanes, permítanme decirles con cuánta cordialidad nosotros los franciscanos recordamos la hospitalidad mostrada a nuestro Santo Padre Francisco cuando su vida estaba en peligro. El interés que muchos musulmanes han mostrado al conmemorar este aniversario demuestra el deseo de paz que se expresa cada vez que un musulmán saluda a un compañero creyente. Rezo para que este año profundice la fraternidad que compartimos en el Dios que ha creado todas las cosas en el cielo y en la tierra, y que este vínculo continúe fortaleciéndose mucho después de 2019. Dios podría habernos hecho a todos iguales, pero Dios no lo hizo así (Al-Shūrā42.8). Con ustedes, sus hermanas y hermanos franciscanos están ansiosos por mostrarle al mundo que los cristianos y los musulmanes pueden vivir juntos en paz y armonía.

En conclusión, nunca olvidemos que el ejemplo de san Francisco fue una vida de continua conversión. Cuando joven sentía repulsión por los leprosos, pero un acto de misericordia cambió su corazón y “lo que le parecía amargo se le cambió en dulzura” (Test3). Ese momentomarcó el comienzo de la vida de penitencia de Francisco, y está estrechamente ligado a la experiencia de Francisco en Damieta en el 1219. El corazón de Francisco ya había sido abierto por los leprosos anteriormente y, cuando se encontró en la presencia de un musulmán a quien había aprendido a odiar, se abrió una vez más. El llamamiento bíblico a la conversión (Heb, shuvAram. Tuvresuena en el repetido mandato delCorán de volver a Dios(tūb), de cambiar el mal con la bondad y con actos de caridad para con los más vulnerables de la sociedad. Los creyentes hoy –  respetando la diversidad con la que invocan a Dios y lo honran –  están llamados al mismo valor y apertura recíproca de corazón. En medio de los gemidos del mundo por la comprensión interreligiosa, que nuestro humilde, paciente y misericordioso Dios nos muestre a todos los gestos y las palabras que más le agradan al Señor Dios.

 

Roma, 7 de enero de 2019.

 

Paz y todo bien,

Fr. Michael A. Perry, OFM
Ministro general y Siervo