
La ceremonia realizada el pasado martes 29 de marzo, comenzó con la Santa Eucaristía, en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, la que presidió el Gran Canciller, Monseñor Héctor Vargas Bastidas, quien reflexionó sobre la esperanza, “… tampoco nosotros encontraremos la vida si permanecemos tristes, sin esperanza y encerrados en nosotros mismos. Abramos en cambio al Señor nuestros sepulcros sellados -cada uno de nosotros los conoce-, para que Jesús entre y lo llene de vida; llevémosle las piedras del rencor y las losas del pasado, las rocas pesadas de las debilidades y de las caídas. El desea venir y tomarnos de la mano, para sacarnos de la angustia. Pero la primera piedra que debemos remover este tiempo de la Pascua es ésta: la falta de esperanza que nos encierra en nosotros mismos. Que el Señor nos libre de esta terrible trampa de ser cristianos sin esperanza, que viven como si el Señor no hubiera resucitado y que nuestros problemas fueran el único centro de la vida”.
Agregó que: “La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él. Esta esperanza no defrauda, porque el Espíritu Santo ha sido infundido en nuestros corazones… El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos, especialmente entre los pobres, los que sufren, los excluidos, los discriminados, los privados de libertad, los enfermos, los que yacen postrados al borde de los caminos de la vida”.
El Gran Canciller, instó para hacer memoria de las palabras de Jesús, hacer memoria de todo lo que él ha hecho a lo largo de toda nuestra vida. “No olvidemos su Palabra y sus obras, de lo contrario perderemos la esperanza y nos convertiremos en cristianos sin esperanza; hagamos en cambio memoria del Señor, de su bondad y de sus palabras de vida que nos han conmovido; recordémoslas y hagámoslas nuestras, para ser centinelas del alba que saben descubrir los signos del Resucitado, en nuestra familia, sociedad, universidad”.
Además, Monseñor Héctor Vargas, hizo hincapié en “poner en las manos del Señor no sólo la vida, la esperanza y el caminar de nuestra Universidad, sino que de todas las personas que forman esta gran comunidad; pero por sobre todo, por los estudiantes, para que puedan construir un verdadero proyecto de vida, no sólo una carrera, sino que puedan realizarse y desarrollarse íntegramente en lo largo de su camino”.
“Querida comunidad universitaria, ¡Cristo ha resucitado! Y nosotros tenemos la posibilidad de abrirnos y de recibir su don de esperanza. Abrámonos a la esperanza y pongámonos en camino; que el recuerdo de sus obras y de sus palabras sea la luz resplandeciente que oriente nuestros pasos confiadamente hacia esa Pascua que no conocerá ocaso”.
Fuente: Iglesia.cl