Notas preliminares
La “Querida Amazonía” constituye hoy un reto evangelizador pluridimensional para la Iglesia, y muy particularmente para los hermanos franciscanos. Es la llamada que el Papa Francisco nos hace desde el histórico Sínodo sobre la Amazonía y cuyo discernimiento teológico-pastoral se cristalizó en la Exhortación Apostólica Post-Sinodal “Querida Amazonía” (2020).
En este texto magisterial, referencia obligada para todos quienes escuchen la llamada de la Amazonía, el Papa expresa 4 sueños para la Iglesia, los cuales se vuelven inspiracionales para nuestra misión franciscana hoy: 1) Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida (sueño social). 2) Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana (sueño cultural). 3) Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas (sueño ecológico). 4) Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonia, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos (sueño eclesial) (Q.A n.7).
“Experiencia Amazonía”
Esta experiencia nace de la iniciativa de la Custodia San Benito, la cual ofrece a la Conferencia una oportunidad de formación permanente continua para todos los hermanos, especialmente para los hermanos “under ten”, a fin de revitalizar la vocación misionera y acoger generosamente la llamada de la Amazonía. Dicha experiencia se fundamenta en los 4 documentos fundamentales del magisterio del Papa Francisco: Querida Amazonía; Laudato Si; Fratelli Tutti; y, Laudato Deum; y también en los documentos, los testimonios de referentes locales y el propio suelo amazónico.
Desde el 28 de abril al 22 de mayo 10 hermanos (Brasil, Paraguay, Argentina y Chile) vivimos esta experiencia, la cual nos sumergió en la realidad social, cultural y religiosa de los pueblos ribereños, quilombolas e indígenas presentes en la Amazonía brasilera, en donde la Iglesia y la espiritualidad franciscana están invitados a encarnarse de modo original.
El itinerario misionero integró diversas actividades: formación sobre la realidad amazónica, espacios de diálogos fraternos con referentes de las distintas comunidades locales, visitas a las regiones fluviales, quilombolas, áreas urbanas y rurales, y sobre todo el compartir la vida junto al pueblo indígena Mundurukú, en la Misión San Francisco en el rio Cururú, región Alto Río Tapajos (Jacareacanga- Pará).
El pueblo Mundurukú, es uno de los tantos pueblos indígenas que habitan este bendito territorio. Después de un viaje de 3 días desde Santarem, por vía fluvial y terrestre llegamos a la fraternidad donde nos esperaban los hermanos Sebastián y Diogo, quienes nos acompañaron y acogieron con exquisita hospitalidad. Con este pueblo, los franciscanos han cultivado un hermoso vínculo de amistad desde hace muchas décadas y en donde ha sido “posible desarrollar relaciones interculturales donde la diversidad no significa amenaza, no justifica jerarquías de poder de unos sobre otros, sino diálogo desde visiones culturales diferentes, de celebración, de interrelación y de reavivamiento de la esperanza» (Q.A 38).
En la Misión San Francisco hubo espacios de diálogo, de compartir, de oración, de trabajo doméstico y de salidas misioneras donde compartimos la vida y la fe de los munduruku en sus diversas aldeas; disfrutamos de su entorno natural abrazador por su belleza; navegamos en sus botes por las riveras; degustamos los frutos abundantes de sus bosques generosos; comimos los ricos y variados peces de sus ríos; compartimos el pan sabroso de la madre tierra, la mandioca; disfrutamos de sus estrechos vínculos comunitarios; de sus oraciones, cantos y alabanzas en su lengua Mundurukú, la cual apenas intentamos balbucir con un “kabiá”= buenos días; “Xipat”= como estás, muchas gracias”. Pero el lenguaje no verbal de su hospitalidad fue más elocuente y la alegría de los muchos niños y jóvenes, quienes fueron nuestros maestros, ha sido la manifestación más clara de la presencia de Dios, que nos conmovió e interpeló.
“Ni héroes ni salvadores”
No fuimos ni “héroes ni salvadores”, sólo hermanos deseosos de vivir una experiencia misionera tremendamente formativa, donde la Amazonía nos dio una lección de belleza inconmensurable; abundancia, hospitalidad, pertenencia, espiritualidad, diversidad cultural, sueños ecológicos y desafíos eclesiales, etc. Pero también nos mostró sus heridas y peligros: la deforestación, la contaminación de sus ríos, los cambios de estilos de vida, el avasallamiento de las grandes empresas extractivas del oro presente en territorios indígenas (garimberos), las cuales obligan a muchas familias huir a las ciudades y vivir el desarraigo y la pobreza; la desarticulación familiar y comunitaria y la pérdida de las identidades locales, y en términos eclesiales, una débil presencia de Iglesia. Un vasto espacio de la Casa Común donde los franciscanos de nuestra Conferencia estamos invitados a seguir profundizando nuestra pertenencia y el compromiso profético de una evangelización con rostro amazónico.
Agradecemos y valoramos la generosidad de la Custodia San Benito, al equipo de hermanos que garantizaron una excelente coordinación; la disponibilidad de cada hermano participante para generar ambiente fraterno, diálogo y convivencia, todo lo cual da lugar a seguir soñando por nuevas oportunidades e iniciativas interprovinciales como Conferencia. La Querida Amazonía continúa llamando.