800 años de la Regla Bulada de San Francisco

Hno. Jorge, ofm, Hermano de la Provincia Santísima Trinidad de Chile

Nuestra identidad se centra en el seguimiento evangélico de Jesús. Pero creer en la buena noticia del Reino no se reduce al campo de las ideas y de las buenas intenciones, sino que requiere albergar la confianza de que los valores que nos ofrece Jesús en su Evangelio son fundamentales para nuestra realización humana integral y que, por lo mismo, vale la pena arriesgarse a vivirlos, si bien ello nos lleve a abandonar nuestras propias seguridades.

Optar por el Evangelio es atreverse a reconocer que el único camino posible para nuestra realización es aquel que fue recorrido por Jesús al enfrentarse con el mal para crear condiciones que fuesen verdaderamente humanas en las que los hombres pudieran vivir y madurar según el proyecto de Dios.

La opción por el Evangelio no es, por lo tanto, una idea abstracta y vacía; al contrario, es una opción que debe ser hecha en conciencia, con sereno discernimiento, con los pies bien puestos sobre la tierra y también con una fe cierta en las palabras de Jesús que llama a seguirlo.

Es en esta perspectiva que conviene recordar las palabras de nuestra profesión: profeso la vida y Regla de los Hermanos Menores. ¿Y cuál es esa Regla y vida? Lo dice la misma Rb: guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Una Regla que ha pasado, incluso, a ser parte del mismo derecho para todos los religiosos, llamados a tener “como regla suprema” el seguimiento de Cristo como es propuesto en el Evangelio.

«Yo, Hermano N.N., puesto que el Señor me dio esta gracia de seguir más de cerca el Evangelio y las huellas de nuestro Señor Jesucristo, (…) profeso la vida y Regla de los Hermanos Menores, confirmada por el Papa Honorio y prometo observarla fielmente según las Constituciones generales de la Orden e los Hermanos Menores» CC.GG., art. 5 §2«La regla y vida de los Hermanos Menores es ésta, a saber, guardar el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin nada propio y en castidad» Rb 11  
 «Los religiosos han de tener como regla suprema de vida el seguimiento de Cristo tal y como se propone en el Evangelio y se expresa en las constituciones de su propio instituto» CIC, can. 662

Francisco no hace preámbulos ni giros de palabras. Y, cuando dice “la regla y vida de los Hermanos Menores es esta”, da sentido a la totalidad de la Regla en sus doce capítulos, pasando de la invitación al trabajo y a evitar el ocio a la preocupación “con amor materno” por los hermanos, de la acogida y corrección del hermano que se encuentra caído a causa del pecado al celo apostólico de la predicación con palabras simples y brevedad de sermón.

Ahora bien, debemos considerar que cuando alguien «promete observar siempre la vida y Regla de los Hermanos Menores», coloca esta promesa prácticamente al mismo nivel del voto con el cual profesa los consejos evangélicos. Esta simple constatación nos permite comprender la importancia que tiene la Regla para un hermano menor, como una exigencia que se plantea desde la identidad misma de la Fraternidad franciscana.

Vale la pena, entonces, preguntarnos:

  • ¿Realmente la Regla, a nivel de convicciones y de praxis, tiene ese puesto de primer orden en nuestra vida?
  • ¿Hasta qué punto la imagen que presentamos los franciscanos de hoy refleja la identidad del hermano menor que debe ser modelada por la Regla?

Si anteriormente la Regla era objeto de reflexiones y estudios, si era leída semanalmente en las Fraternidades locales y hasta aprendida de memoria, ¿por qué hoy apenas se la tiene en cuenta en la vida ordinaria? Parece relegada a ser sólo uno de los temas de estudio durante el noviciado.

La Regla es actual, y lo será en la medida en que ella entre en el ámbito de nuestros intereses, cuando nos interpele y a la vez sugiera respuestas a nuestros cuestionamientos en el hoy donde se encuentran los Hermanos Menores.

Por otra parte, no debemos olvidar que en su redacción, como lo dice el mismo Francisco, estuvo presente la acción del Espíritu Santo: «El Altísimo mismo me reveló que debía vivir según la forma del santo Evangelio. Y yo lo hice escribir en pocas palabras y sencillamente, y el señor papa me lo confirmó» (Test 14-15). O san Buenaventura que recalca dos elementos, Espíritu Santo y oración, cuando narra sobre la redacción de la Regla en Fontecolombo: Francisco sube al monte «guiado por el Espíritu santo» y allí «hizo escribir la Regla tal como el Espíritu divino se lo sugería en la oración» (LM 4, 11d).

Profesar la “vida y Regla de los Hermanos Menores”, entonces, implica regresar a vivir con mayor intensidad los valores evangélicos que Francisco asumió y escribió “en pocas palabras”, conservando viva la ilusión primera, enriquecida por la experiencia histórica, social, cultural y religiosa en la que estamos encarnados, allí donde el mismo Evangelio requiere la vitalidad de nuestro testimonio de vida, de nuestras palabras, de nuestras acciones.

Como portadores del carisma de Francisco, nos incumbe la responsabilidad de preguntarnos constantemente de qué vivimos y para qué; de lo contrario, podemos caer en la trampa de ofrecer palabras vacías, sin sentido, sin ningún peso.

El hecho de tener que volver una y otra vez a releer nuestras propias raíces puede resultar un ejercicio penoso, ya que siempre nos encontraremos con el Evangelio y sus exigencias; pero puede ser también un encuentro gozoso con aquella verdad que nos funda y nos da un respiro de esperanza a la hora de afrontar los retos que la Iglesia y la sociedad nos plantean.

Hoy es el tiempo del testimonio. Hoy es el tiempo de “re-vivir” en nosotros nuestra Regla y vida. Hoy es el tiempo del Evangelio… y lo será también mañana, cuando celebraremos 800 años y un día de su aprobación…

Bibliografía:

Uribe F., La Regla de San Francisco hoy, en: Selecciones de Franciscanismo, vol. XVIII, an. 53 (1989), p. 243-252.

Micó J., Valores evangélicos de la Regla de S. Francisco hoy, en: Selecciones de Franciscanismo, vol. XIX, an. 56 (1990), p. 264-274.