“En Tierra Santa siempre está el riesgo del martirio, pero nos consuela saber que Dios nos auxilia y ayuda”

Con más de 30 años en Tierra Santa, el Hermano Sergio Olmedo, ofm, es una voz autorizada para relatarnos en primera persona, el actual conflicto del cual somos todos testigos. Sus vivencias, emociones, satisfacciones y también las dificultades de estar lejos de su tierra natal, nos la cuenta en esta íntima entrevista para la Orden Franciscana en Chile.

Por Enrique Astudillo Baeza, periodista

Son días difíciles para Tierra Santa. El conflicto bélico azota con mayor fuerza día a día. Todo el mundo está pendiente de este quiebre de la paz y para la Orden Franciscana a lo largo del mundo no es la excepción. El Hermano Sergio Olmedo, ofm, se encuentra de paso en Chile visitando a sus padres, pero actualmente, sin la certeza de un pronto retorno, pues le han cancelado el vuelo que lo llevaba de vuelta al punto cero de la guerra.

Es un suelo próspero que se llena de dolor y que en la voz del Hermano Sergio trataremos de entender y de paso, conocer también un poco más de su vida y de sus más de tres décadas de servicio en la Custodia Franciscana de Tierra Santa.

Vocación en Tierra Santa

Oriundo de la comuna de San Miguel en Santiago, lo primero que nos cuenta el Hermano Sergio es que desde el primer momento que decidió ser fraile en Tierra Santa, le hablaron de un constante estar ligado al riesgo. “Cuando yo comencé el año 91, estaba la Guerra del Golfo, entonces fue ese acontecimiento el que me motivó a realizar un proceso de vida religiosa, el cual tenía pendiente desde adolescente”, recuerda, y a lo cual añade. “Siempre se nos inculca el riesgo de vivir en Tierra Santa, el de abandonar tu país, tu familia y dejarlo todo. Pero los riesgos que uno toma son siempre inspirados por el Espíritu Santo y la realidad de la Custodia es una realidad bastante intensa”.

Es en esa línea que también nos explica este servicio. “La labor no es solamente cuidar los lugares santos, sino que custodiar las piedras vivas que son las iglesias locales. De hecho, la presencia católica se debe a los Franciscanos: las parroquias y todo lo que significa la animación, la vida pastoral, el servicio y la presencia cristiana, dándoles formación académica a los jóvenes, incluso buscando recursos para construir casas”, destaca.

Sin duda, este constate riesgo, no queda ajeno a la fe que el Hermano Sergio pide cada día. “Nosotros tenemos esa convicción: que cuando optamos por vivir en Tierra Santa sabemos que está siempre el riesgo del martirio, pero al mismo tiempo, nos consuela el hecho de saber que estamos haciendo todo por Dios, por lo tanto, Él nos auxilia y nos ayuda”.

El día a día en la Custodia

Nuestra vida siempre está centrada en una convivencia fraterna y la animación litúrgica. El centro de todo es hacer presente la dignidad del cristiano y que el cristiano local pueda vivir dignamente, apoyándolo lo que más se pueda”, nos relata.

Nuestro ambiente es de tolerancia, pero pacífico nunca es. Hoy me encontraré con un ambiente de guerra y esperemos que se vaya aplacando. Los ánimos siempre son en esa tendencia, a pesar de que uno hace una vida normal, siempre está la prudencia y el estar en alerta amarilla”, continua el Hermano Sergio Olmedo, ofm.

El rol de la familia

El Hermano Sergio nos cuenta que cuando viene a Chile, viene a visitar a la familia, pero principalmente a sus padres, quienes hoy residen en Quilpué en la quinta región, “porque es parte de la obediencia que se nos da, es el de estar también con la familia y como mis padres son personas mayores y tienen problemas de salud, vengo a estar de “enfermero”, por lo tanto, no hago muchas vacaciones, pues siempre estoy atento a sus necesidades”, aclara.

Desde que opté por irme a Tierra Santa vivo esta situación y siempre he ofrecido al Señor lo mejor que tengo que es mi familia y ese es un sacrificio que ofrezco al Señor al no poder estar presente, pero sé que Dios los cuida y durante estos 31 años el Señor se ha hecho presente muchísimo en nuestras vidas. Bendito sea Dios que siempre ante las enfermedades de mis padres, ellos salen airosos y eso es solamente por la misericordia de Dios y eso me tranquiliza. Siempre los consuelo, les hago hablar con los frailes en Tierra Santa, les muestro el ambiente y como es nuestra vida allá donde vivimos”, desglosa.

Mantener vivo el amor al prójimo

Los frailes somos los que mantenemos vivo el culto en los santuarios. El 80% de los santuarios de Tierra Santa son conventos Franciscanos. Son los Franciscanos los que han reunido los dineros para comprar los terrenos donde se encuentran los lugares santos, por lo tanto, se construyen y se mantienen, y al mismo tiempo, se ayuda a las familias cristianas, a los pobres y a todos aquellos que lo necesiten, y esa es una constante”, enfatiza el Hermano Sergio.

Así, destaca que la Orden tiene una labor tremenda en todo el orbe. “No solamente los que vivimos en Tierra Santa, sino que todos los frailes del mundo entero, ya que todos somos custodios de lugares santos, ya que tenemos que cuidar las propiedades de la Iglesia y, por lo tanto, tenemos una función muy especial donde oficiamos misas, limpiamos, hacemos aseo y todo lo que es el quehacer de una casa que se ama”, describe.

La guerra de hoy

Ante el conflicto bélico que hoy el mundo entero es testigo, el Hermano Sergio lo primero que nos aclara es la realidad que debemos entender. “Lo que hoy ha sucedido, es una guerra que entre el estado de Israel y el partido terrorista Hamas, no con Palestina. Es Hamas quien está en Franja de Gaza – la antigua Filistea- y que se apoderaron de ese lugar. Son terroristas que no quieren dialogar, no quieren sentarse a conversar, sino que quieren a través de la violencia, apoderarse de todo. Los Palestinos en general están disponibles al diálogo y no a la violencia y menos al terrorismo. Es cierto que son años de situaciones complejas, pero por culpa de quienes no quisieron en su momento aceptar esta división”.

Gracias infinitas a Dios

A pesar de las dificultades, el Hermano Sergio, a sus actuales 58 años de vida, también tiene memoriales de gratitud que los guarda en su alma. “Como te sentirías tú si tuvieras la oportunidad de recostarte en el pesebre y pasar varios minutos, o recostarte en la tumba del Señor y estar ahí varios minutos solo, y eso, poder hacerlo hasta que me muera”, me cuenta con un tono inmenso de gratitud.

A lo cual, extiende. “Tengo la gracia de todos esto, porque celebro misas ahí y porque he vivido en esos lugares. Son sensaciones que me voy a llevar para la vida eterna: saber que el Santo Sepulcro de la Resurrección es tu casa, el lugar del nacimiento del Señor es tu casa, es algo increíble. Sólo puedo dar gracias al Señor por todo eso, por eso no tengo miedo de enfrentar la muerte o las dificultades de la vida, porque soy un bendecido por el Señor y me ha llenado de esa gracia de manera inmerecida”, manifiesta muy emocionado.

Finalmente, sólo agradece a Dios todo lo que vive diariamente. “Yo soy guía de peregrinos hace años y he tenido la gracia de guiar a muchos grupos chilenos acá en Tierra Santa y todos los días me lleno de la gracia de estos lugares santos y trato de transmitirlo a la gente a través de los peregrinajes. Trato todos los días de reencantar a la gente, de motivarlos a que no pierdan la fe. Viviendo en Tierra Santa y sabiendo la verdad de Cristo, les explico a la gente todo esto con base y eso a la gente le emociona. Mi mayor satisfacción es que estoy haciendo algo para el Señor y lo estoy haciendo, por lo que veo, bien”, agradece el Hermano Sergio Olmedo, ofm, al cierre.

VIDEO INVITACIÓN A REZAR POR LA PAZ

La Custodia en Tierra Santa se realiza de manera concreta por más de 800 años y los frailes tienen entre las incalculables labores, la tarea de dirigir las celebraciones en los santuarios, según el calendario litúrgico anual y de mantener las estructuras en buen funcionamiento; el mantenimiento de los Santuarios -que está confiado a la Oficina Técnica de la Custodia de Tierra Santa, con sede en Jerusalén-; y desde hace siglos, los frailes de la Custodia acogen a los peregrinos que, a pie o por sus propios medios, llegan hasta Tierra Santa.