
El Hermano Eugenio Prado, ofm, nos cuenta en esta nota, que su principal motivación para participar en “Días de la Misericordia” (iniciativa desarrollada por el Vicariato Apostólico de Aysén)- fue el poder cumplir un deseo que trae desde su formación y las ganas de estar presente en una zona muy querida para él. Desde la quincena de marzo hasta los primeros días de abril, conoció en primera persona los anhelos y dolores de las personas que viven en esta zona austral de nuestro país.
Por Enrique Astudillo Baeza, periodista
“Era mi sueño visitar está región. También siempre me ha gustado la misión”. Con estas sinceras palabras el Hermano Eugenio Prado, ofm, de la Fraternidad de San Pablo de Osorno, nos grafica la gran oportunidad que pudo vivir en Aysén al ser parte de “Días de la Misericordia” junto a otros dos hermanos Franciscanos.
A lo anterior enumera, además, los mayores desafíos de esta misión: el descubrir una zona que no conocía, las distancias entre las comunidades cristianas y las maravillas de la naturaleza. “También las dificultades de la gente para vivir, en especial la distancia, pero la gente se ve muy enamorada de su tierra, ya que trasmite paz y es una gran oportunidad el no vivir en las grandes ciudades. La gente se ve con mucha fe la cual es transmitida por los chilotes”, añade.
El Hermano Eugenio, describe su itinerario como días de una gracia enorme. “La primera misión la viví en Cochrane, donde el pueblo estaba de fiesta y vi a la gente participando de ella con sus distintas actividades. Celebramos el Te Deum y la misa dominical. Confesé a dos fieles y pude compartir con mucha gente al dar vuelta por la plaza. Me acogieron muy bien y esta comunidad la atiende el diácono Joel junto a su esposa”, desglosa.
Pero más allá de las alegrías descubiertas en la misión, también se da el tiempo para analizar los dolores de la gente. “El gran dolor es la que se ve en gran parte de la Iglesia, es decir, la falta de vocaciones, porque en zonas apartadas se nota mucho más. Acá, hay dos sacerdotes diocesanos y siete religiosos y nueve religiosas. Los otros dolores que percibí, fue sentirse la gente muy aislada del país. Se sienten muchas veces olvidados y so rae las dificultades propias de vivir en estas zonas de la Patagonia”, advirtiendo como algo muy común en las personas el sufrir depresión, además de un alto número de suicidios de jóvenes. “Pero la gente se esfuerza en vivir unidos y de compartir la vida, especialmente la fe en el Señor”, aclara.
Luego, agrega que le tocó también Coyhaique y Puerto Aysén, dónde “la gente nos paraba para saludarnos y salían de sus negocios con mucha alegría de ver Franciscanos, porque mucho nacieron con los hermanos Franciscanos en la isla de Chiloé. Hubo muchas confesiones en estas dos ciudades, fieles que no lo hacían desde la Primera Comunión”, describe emocionado.
Finalmente, el Hermano Eugenio Prado, ofm, siente que el legado que se puede rescatar de “Días de Misericordia”, es la sencillez para poder llegar a la gente y que la gente lo percibió gratamente. “El cariño de la gente por el hábito Franciscano lo valora mucho”, valora.
“En estos tiempos difíciles de falta de sacerdotes y religiosos en especial en zonas aisladas, veo que nuestra provincia respondió de manera generosa hacia esta petición. Vi caridad en la fe y las ganas de fortalecer la Iglesia de la Patagonia. Fue una vivencia muy bonita y desafiante, porque se ve una Iglesia preocupada de sus fieles. Quiero dar las gracias a Dios primero por cumplir este lindo sueño, Ministro Provincial y a mi Fraternidad que me permitieron hacer esta misión”, concluye agradecido.