Desde hace ya cuatro siglos, la presencia de los Fiscales en Chiloé representan un ejemplo de agentes activos y trasmisores de la fe cristiana. Destacan por su gran criterio para pensar la evangelización desde un contexto plural y con una gran capacidad de adaptarse a la realidad que vive el país. La eucaristía por estos 400 años de vida en el el sur del país, fue presidida por monseñor Juan María Agurto, Obispo de la Diócesis de Ancud.
A sólo días de Navidad; música, oración, procesión por las calles aledañas y una masiva eucaristía, junto a una serie de más actividades, marcaron las celebraciones de los 400 años de presencia de los Fiscales en Chiloé. La Iglesia San Francisco de Castro, se encargó de homenajear y valorar estos cuatros siglos de vocación y evangelización.
En las actividades, que se llevaron a cabo el día 18 de diciembre a las 11:00 horas, se pudo apreciar una gran cantidad de personas provenientes de diversos lugares de la zona, cómo también de parroquias vecinas, quienes participaron fervientemente de cada una de ellas.
En la misa, el Hermano José Manuel Hernández, Guardián de la Iglesia San Francisco de Castro, recibió de parte de los fieles de la comunidad un cuadro donde se recordará que ya son 400 años de presencia evangelizadora y prospera en medio de las personas que habitan la localidad de Chiloé. “Fiscal es aquel hombre o mujer que está a la cabeza de una comunidad cristiana. Tiene la misión de animar y acompañar la vida de fe de la comunidad cristiana, espacialmente en donde los sacerdotes no llegan con tanta facilidad como en el caso de las islas. Estos tienes la misión de presidir una celebración litúrgica como, por ejemplo, de la Palabra, un responso o bautizo”, explica.
El valor de la transmisión de la fe
Según escritos sobre la presencia de los Fiscales en Chile, realizado por la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, uno de los primeros elementos que se destacan, es, precisamente, que la institución del fiscal es una institución laica. Si bien su origen se debe a las misiones Franciscanas de México en el siglo XVI de la era común, es en las misiones circulares de los jesuitas en Chiloé que esta institución cobra un vital protagonismo. No sólo estaban encargados de fiscalizar la sana doctrina transmitida por los clérigos, sino que también se les delegaba la atención espiritual de la comunidad posibilitando de este modo la viabilidad de la misión en el archipiélago.
Se consigna además en la investigación, que el proceso evangelizador de Chiloé encuentra su especificidad en el protagonismo inusitado del laico, que no colabora con la misión de la Iglesia local, sino que la lleva a cabo, hecho que hasta el día de hoy marca el ser Iglesia en aquel territorio. “Estos aspectos han posibilitado hoy, en el caminar de la Iglesia Local de Chiloé, una mayor conciencia y a la vez una valoración del histórico y tan actual aporte del fiscal, porque gran parte de las comunidades cristianas existentes hoy, en muchos territorios insulares, están selladas con una nota fundamental: su laicidad. Es decir, ellas son comunidades cristianas que muestran, en forma patente, el rostro de una Iglesia laical. Y los representantes auténticos de esta Iglesia laical insular, son, como ya hemos dicho, los fiscales; hombres y mujeres, que tienen las mismas actividades, las mismas preocupaciones, el mismo vocabulario, las mismas antiguas costumbres, y desempeñan una misión de la Iglesia eminentemente actual”, desglosa el estudio.
Agrega el documento, que en lo que respecta a los desafíos que nos plantea nuestra cultura, la laicidad parece ser una nota indispensable para la evangelización, y pienso que no tanto por una cuestión del actual número de ministros ordenados, sino que en primer lugar por el “carné de mayores de edad” que el contexto actual demanda de los fieles: una jerarquía desprestigiada que ha dejado de ser un interlocutor válido en la esfera pública; una estructura que acunó al abuso y al encubrimiento, constituyéndose así en motivo de escándalo ad intra y ad extra; y una Iglesia que ha olvidado que su centro está en Jesucristo; son realidades que claman por un revulsivo que despierte al laico del paternalismo asistencialista en el que está sumido en la Iglesia chilena.
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