Hermano Miguel Correa en parroquia San Crescente: “Mi vocación parte desde aquí como un testimonio de fe de muchos de ustedes”

Como un signo de agradecimiento por ser el punto de partida para descubrir el amor de Cristo y su vocación sacerdotal, este domingo 12 de septiembre, el Hermano Miguel Correa, celebró su primera eucaristía como sacerdote en la parroquia San Crescente de Providencia. La misa se realizó en modalidad híbrida, es decir, de manera presente con familiares, amigos y cercanos que lo vieron crecer, y otro grupo importante, a través de las redes sociales de la parroquia.

Una historia de fe desde la niñez

El sello de fe del Hermano Miguel Ángel Correa por la parroquia San Crescente y su comunidad, la explicó perfectamente en sus palabras de agradecimiento. “Todo aquí me huele a mi infancia, a mi niñez, a adolescencia y juventud. Para los que no saben, yo fui bautizado aquí, hice mi Primera Comunión aquí, me Confirmé aquí, y de aquí me fui al convento. Me faltaba traerme la cama, pero todo me recuerda acá. Mis primeros sueldos los gané aquí trabajando sacando la alfombra del altar, o cuando había que levantar las bancas para encerar. Recuerdo cuando estábamos celebrando la canonización del padre Hurtado y se nos reventaron los globos, o la restauración de la imagen de San Antonio, la coronación Virgen, la imposición del Escapulario, la reubicación de las imágenes. Todo me habla de mí, todo me habla de mi vocación, de mi historia de fe y yo que podría decir, más que dar gracias a Dios por todo esto”.

Luego, el Hermano Miguel reflexionó. “Dios me llamó desde estos acontecimientos y en ese caminar, veo que Dios es más grande que todo y por eso, terminé consagrando mi vida a la Orden Franciscana, porque descubrí que Dios era más grande que yo mismo y que esa bondad era lo que ha transformado a mi vida”.

Al concluir, el recién ordenado sacerdote clamó. “Les pido que sigan orando por mí, por nosotros los consagrados al servicio de la Iglesia. Que oremos los unos por los otros, porque esto lo construimos entre todos. Tengo la experiencia de pastoras, de animadoras, de buenos laicos y mi vocación parte desde aquí como testimonio de muchos de ustedes que están aquí y que dijeron que vivir el Evangelio era una posibilidad de ser feliz y yo lo entendí desde la vida Franciscana y esa es mi alegría y por eso soy feliz”.

El amor como piedra angular

El padre Francisco Llanca, Vicario de la zona Centro y Administrador Parroquial de la parroquia San Crescente, en base a la liturgia, recordó que hay una serie de signos importantes que hacen tan especial este momento de la primera misa. Desde ahí recordó que es Cristo quien acogió a Miguel desde su infancia, “y que nos mira a los ojos y nos pregunta quién dices tú que soy yo, y esta pregunta que tú te fuiste haciendo a partir de la visita de los Franciscanos en tu discernimiento y que te fue permitiendo descubrir cómo uno en cada momento de su vida, va tomando discernimiento y descubrir que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios”.

El vicario añadió. “Pero ser Mesías no es fácil, porque en la vida hay dificultades y uno quisiera que la vida fuera sin dolores y la vida así no existe. Isaías nos recuerda que el Señor abre nuestros oídos y uno no se resiste y cuando uno va descubriendo la Palabra del Señor, para ir descubriendo también lo que significa ser testigo del amor. Cuando el Señor viene en ayuda y le da al hombre o la mujer ese discernimiento, uno empieza a descubrir qué camino seguir, y esa experiencia de ir caminando en comunidad y en fraternidad, nos descubre la pregunta de quién es Jesús”.

A la luz del Evangelio, el padre Llanca precisó que la vida hay que reflexionarla, hay que vivirla desde el amor, desde el respeto, la paz, la tranquilidad y el diálogo. “Esa vida hermosa se hace realidad, porque los sueños se hacen realidad y que sueño más grande es el sueño del amor y la misericordia, de la ternura de darle al Señor la vida”.

Al cierre de su exhortación, dijo. “Cuando uno celebra la primera misa de un hermano presbítero, también uno pide por la comunidad, para poder decirle al Señor ser testigos misioneros y con amor y cariño hacer progresar los planes de Dios, ser buenos puentes y pilares para que hombres y mujeres vivan la esperanza y el amor a cada hombre y mujer con los cuales nos vamos encontrando”.

La eucaristía terminó con un compartir fraterno y un par de pie de cuecas, ya que como dicta la tradición, el domingo anterior al 18 de septiembre en todas las parroquias, capillas y templos de nuestro país, se celebra la tradicional “Misa a la chilena”, que coincidió con esta misa del Hermano Miguel.