Sencillo, carismático, risueño y muy crítico de la realidad. Iniciador del Museo Arte Colonial, párroco y vicario parroquial en los años 60 del Templo de la Alameda, entre otros servicios, el Hermano Milton Rodríguez cumplió 60 años de sacerdocio. Los celebra en medio de una pandemia nunca antes vista y con 87 años de edad, pero siempre al servicio de las comunidades en las cuales ha puesto su vocación por delante. Esta es su historia.
Al teléfono de la parroquia San Francisco de Asís de Concepción responde mi llamado el Hermano Milton. Le digo que necesito entrevistarlo por sus 60 años de sacerdocio y lo primero que hace es reír y pedirme que espere en línea. Pasan un par de minutos y me agradece la paciencia por esperar.
“Me ordené un 11 de junio de 1961 y es el mismo día de mi cumpleaños. Para mí decir que tengo 60 años de vocación y 87 de vida no necesita explicación. Simplemente significan 60 por una parte y 87 por otra”, inicia.
¿Cómo se festejan en pandemia estos 60 años?
(Ríe) “Primero que todo, miro las cosas con tranquilidad y las afronto con serenidad. Desde mi interior, pienso que acá en la Casa tengo mi espacio, tengo ventanas que dan a un lugar que no es feo y puedo subir las escaleras, aunque con dificultad, pero subo y bajo. En cambio, hay muchísima gente que solamente vive en una pieza y eso, me hace reflexionar y me permite poder rezar para que el Señor de alguna forma, asista cuando faltan esas condiciones vitales”.
¿Duele ver esas realidades?
“Siempre he alegado que todos los sistemas habitacionales que he visto en estos 87 años de vida son cada vez más pequeños. Los programas son mezquinos, la ciudad crece, pero no crece la habitación familiar. Por eso uno ve que los matrimonios crecen, con tres o cuatro hijos, y entonces ya no es suficiente el lugar donde viven y es evidentemente insuficiente para ese grupo familiar que va creciendo”.
¿Se mira con impotencia?
“Si bien es cierto que uno debe asumir las restricciones sanitarias, también comprendo aquellos que desean salir, porque ven limitado su espacio físico, ya que se oprime el corazón y el alma. Por eso también, junto a la condena a los actos de desobediencia, también hay que poner la comprensión, porque la gente no puede vivir constantemente apretada, topándose unos con otros en tan poco espacio en su propia casa”.
¿Y los jóvenes también sufren estas consecuencias?
“Ahora trato de matizar con la pandemia a aquellos grupos de jóvenes que se ponen en las esquinas. Cómo no se van a formar patotas si en la casa no tienen dónde estar esos jóvenes. Pero imagino que eso es pasajero”.
¿Cómo ve la realidad del adulto mayor?
“Trato de ser comprensivos con todos”- en eso interrumpe y me dice si me estás haciendo una entrevista, es porque esperas alguna respuesta interesante y no voy a hablar mal de los adultos mayores (ríe)-“ Yo le doy gracias al Señor porque a pesar de pensar que siempre he gozado de buena salud, sin embargo, he tenido varias enfermedades graves y de ellas, gracias a Dios, he salido siempre bien y también le doy gracias a Dios por poder tener este ánimo que me lo admiran y que yo lo encuentro totalmente natural. Y lo mismo que pienso de los jóvenes, también lo veo en los más mayores, ya que muchos no tienen los espacios físicos o sufren enfermedades mentales o pérdida de memoria”.
¿Qué significa para usted la Orden Franciscana?
“Para mí ha significado todo. Ahora sí desmenuzamos ese todo, hay felicidad, expectativas, seguridad, perspectiva, buenos propósitos, buena disposición y agradecimiento sobre todo al Señor. También hay decepción, porque muchas veces el Señor me ha puesto para un propósito y me gustaría decir gracias Señor porque te ha respondido al 100, pero mi conciencia me dice que las respuestas no han sido al 100. Entonces ahí también hay arrepentimiento, porque también ha habido metidas de pata y errores. A veces uno ha pasado a llevar a otros, pero gracias a Dios, el Señor me ha permitido llevar a cabo algunos proyectos y otros que no me los había propuesto también. Ha habido de todo. Pero por sobre todo gratitud al Señor. Hay más para recordar lo dulce que para lo amargo”.
¿Y cómo ve el hoy?
“He tenido muy buenos hermanos y he visto que acá en la Provincia de la Santísima Trinidad y en la Orden mucha pujanza y mucho empeño por buscar la autenticidad, no sólo como persona, sino también para buscar la autenticidad de la Orden, algo que es muy difícil de lograr. Mira a nuestro Padre lo completo que es e imagínate toda la trascendencia que tiene hasta hoy. El juicio se lo dejamos a Dios, pero me gusta decir que amo a la Provincia por encima de cualquier cosa”.
¿Qué pide para el futuro?
“Rezo por una mejor fraternidad, una mejor humanidad, por una mejor respuesta al Evangelio, a la Regla de la Orden, que es la que nos da esa autenticidad y nos da un perfil, un esqueleto y musculatura y nos completa como persona. En resumen, vendría a ser como lo dice el propio San Francisco, nuestro Padre, paz y bien. Porque la Orden con muchos sí y con muchos no, con muchas dulzuras y con muchas amarguras, está respondiendo siempre al Señor, a través de los siglos y la Provincia que también tiene sus buenos siglos, tiene muchos si y muchos no, pero siempre busca la vitalidad y la perfección. Uno sabe que alcanzar a Jesús en su ciento por ciento es imposible, porque él es Dios y yo soy un humano y todos los componentes de la Orden son humanos, incluso nuestro padre San Francisco, a pesar de ser llamado el Cristo de la Edad Media. Uno no puede cambiar a Jesús por Francisco, sino que se debe asumir a Jesús en Francisco”.
“Me entendiste o no me entendiste”, cierra interrogándome.