Actualmente, la orden franciscana de la Provincia de la Santísima Trinidad cuenta con 80 frailes distribuidos en 19 presencias desde Iquique a Castro. Para conocer más su historia y presente, entrevistamos a dos de sus miembros: el historiador Fr. Juan Rovegno ofm y el provincial de la orden, Fr. Isauro Covili ofm.
Con un primer y fugaz asentamiento a los pies del cerro Santa Lucía hasta instalarse definitivamente en donde hasta hoy se encuentra la icónica iglesia San Francisco de la Alameda, los primeros cinco misioneros franciscanos ingresaron a Chile el 20 de agosto de 1553.
Desde allí, en la medida que fueron llegando más hermanos, iniciaron su labor de evangelización propiamente tal y fueron fundando nuevas casas en otros lugares del país.
Según explica el historiador franciscano Juan Rovegno ofm, lo que caracterizó a los misioneros franciscanos que vinieron a América fue la cercanía que estos lograron con los indígenas, evangelizando a través del canto y la pintura, por ejemplo, y siendo fundada por ellos, en 1502, la primera escuela del “Nuevo Mundo”, en Santo Domingo.
“Los franciscanos pusieron especial esmero en instruir a los hijos de los caciques, futuros dirigentes de la sociedad indígena. También se destacan algunos frailes en la defensa de los indígenas, ante los atropellos que se producen a su dignidad humana, como son Fr. Pedro de Gante o Fr. Motolinea (Toribio de Benavente), aunque también hubo frailes que apoyaban las tesis que atentaban contra los indígenas”, sostuvo.
En Chile, en un primer momento se dedicaron a sostener la religiosidad de los españoles, a crear la Venerable Tercera Orden y promoviendo las Cofradías (La Soledad, Limpia Concepción, Nuestra Señora de Copacabana, etc.), que mantenían los altares de sus santos y sostenían las fiestas y procesiones.
A medida que los frailes conocen a los pueblos indígenas, se relacionan con su cultura, su religiosidad y aprenden la lengua, ingresarán con los militares españoles en las nuevas fundaciones de ciudades, quedándose en ellas, donde se les concedía el terreno necesario para construir convento y templo. En el contacto con los pueblos indígenas perfeccionarán la lengua y procederán a la evangelización y catequización con diversos métodos.
Añade Fr. Rovegno que “según algunos documentos encontrados en el Archivo de Indias del 1780 los frailes ejercen de mediadores entre los propios pueblos indígenas que tienen sus diferencias y se enfrentan entre ellos”.
Ya en el siglo XIX, los franciscanos habían logrado vocaciones criollas, que se integran a la vida conventual y misionera, lo que incluso -describe el historiador – “provocó diferencias profundas entre realistas y republicanos, que hizo que los padres del Colegio de Chillán y misioneros realistas huyeran por el puerto de Talcahuano o por la Isla de Chiloé”. Luego se darán vocaciones indígenas, que se integran a la misión.
“Desde Copiapó a Chiloé la presencia franciscana era popular, y lo mismo sucederá al integrarse a fines siglo XIX e inicios del XX Antofagasta, Iquique y Arica. San Francisco es atrayente, por sí mismo, las devociones del pesebre y Vía Crucis son afectivamente cercanas a todo el pueblo de Dios”, reflexiona.
APORTE
De su lectura de este amplio camino, Fr. Juan Rovegno concluye que el principal aporte que en la esfera social ha hecho la presencia franciscana durante estos 467 años, es “El hacer presente a San Francisco de Asís, que atrae por sí mismo y conduce a Cristo”, ejemplificando ello en figuras de toda la historia del país: Joaquín Toesca, Juan José Carrera, Bernardo O´Higgins, Germán Riesco, Gabriela Mistral, José María Caro, Clotario Blest, Sergio Valech, Gabriel Valdés, etc., y miles de laicos de la Tercera Orden Franciscana, que silenciosamente viven su carisma.
No obstante, precisa que los servicios prestados por los frailes han sido muy variados, pasando por todos los estratos sociales, culturales y religiosos: En el magisterio, como profesores normalistas, de liceo, universidades, seminarios, institutos; en capellanías de hospitales, cárceles, colegios, ejército, marina, aviación, investigaciones, bomberos, scout, etc.; han ejercido de párroco, Vicario y Obispo; y se han integrado a centros culturales, academias, juntas de vecinos, municipios, instancias ecológicas, derechos humanos, interreligiosas, ecuménicas, y más.
“En estos 467 han pasado franciscanos de muchas nacionalidades, españoles, italianos, belgas, irlandeses y brasileros, que junto a los chilenos han acompañado personas y comunidades de todo el país con el estilo de San Francisco de Asís. En lo rural y en lo urbano, en las poblaciones y en el centro cívico, lo que ha quedado es la devoción de San Francisco y sus valores”, indica Fr. Juan.
PRESENTE
Para el actual ministro provincial de los franciscanos en Chile, Fr. Isauro Covili, la misión presente de la orden está estrechamente ligada con el pasado y la historia, “ya que está marcado por lo que ha caracterizado toda la vida de los franciscanos y que es el tema de la evangelización: anunciar a Jesús, comunicar la novedad del Reino”.
El cómo de esa evangelización varía de acuerdo a los contextos y presencias, aunque con ciertas “notas” propias del carisma que imperativamente deben estar. “Evangelizamos desde las presencias que tenemos y el trabajo de la evangelización no responde a una actitud individualista, personal, de un fraile, sino que de la fraternidad viviendo su vocación. Por lo tanto, esta nota de la fraternidad minorítica es la primera manera de anunciar a Jesús; rezando, viviendo sencillamente con hermanos y como hermanos, anunciamos al Señor”.
Y eso, añade, tiene diversos rostros: Es un trabajo con jóvenes, desde la Casa de Jóvenes. Es en medio de la gente, con una presencia sencilla en la Fraternidad Misionera Itinerante. Es preocupándose del cuidado de la Creación a través por medio de la Oficina de Paz, Justicia y Ecología. O bien promoviendo el diálogo y participando en movilizaciones tras el estallido social, expresándose frente al conflicto de la Araucanía o reforzando e iniciando acciones solidarias en el tiempo de pandemia.
“El ser humano es un ser en relación y así hemos sido creado por Dios, por lo tanto, esta dimensión relacional que hunde sus raíces en el amor al prójimo y que Francisco supo captar muy bien desde los inicios vocacionales, marca nuestra forma de vida. La vida franciscana es compromiso con la historia, a través de acciones y gestos de cercanía y de compromiso con el presente que nos toca vivir”, indicó el provincial.
Más allá de lo institucional, más allá de lo estructural, la vida franciscana está en los valores carismáticos, que es la intuición de san Francisco y de santa Clara para vivir el Evangelio. “Entonces, por sobre lo estructural, está aquello que pueda canalizar el carisma. Eso es lo que siempre estamos invitados a hacer: salvaguardar aquellos valores carismáticos que son la fraternidad, la minoridad, la cercanía a los pobres, la vida contemplativa, sencilla, misionera. Cómo se van encarnando estos valores en diversos tiempos y contextos, creando estructuras que puedan contenerlos y, con nuestras limitaciones propias, siempre será el desafío”, manifestó.