1. Planteamiento del problema
Si miramos nuestro presente, la pandemia actual, producida por un coronavirus identificado como COVID-19, nos tiene a todos sin poder respirar. En efecto, la infección por el virus produce, en la mayoría de los casos sintomáticos, un cuadro respiratorio que puede ir desde un tipo resfrío hasta una neumonía grave que requiera el uso de un respirador mecánico. Sin embargo, esta sensación de falta de aire no se limita únicamente a los enfermos; toda la sociedad vive en la actualidad en una disnea constante, producto de la pandemia. Las medidas sanitarias para lograr el control de la enfermedad imponen una serie de restricciones a las libertades personales que nos tienen a muchos de nosotros confinados en nuestros domicilios y sin poder tomar contacto físico con nuestros seres queridos. La cuarentena ha significado para muchas familias y personas que se mantienen con el dinero que ganan a diario, en una situación pocas veces vista con anterioridad que les tiene “con la soga al cuello.”
Si miramos al futuro, éste se nos muestra incierto y amenazante. La cantidad de enfermos graves, el nivel de saturación de las unidades de paciente crítico y la cantidad de fallecidos por la enfermedad que aumentan todos los días, hacen que la posibilidad de la muerte sea personal o de algún familiar cercano, así como de la alteración de la indemnidad personal y de la propia salud, estén a la orden del día. La enfermedad y la muerte son dos realidades violentas con las que nos hemos visto forzados a convivir a diario y que generan, sin duda alguna, altos niveles de ansiedad, preocupación y temor.
El presente asfixiante, el futuro angustiante, sólo nos queda mirar al pasado. “Todo tiempo pasado fue mejor”, dice el viejo aforismo. Hoy parece evidente que “todo pasado fue mejor”, y entonces comenzamos a mirar hacia los tiempos pretéritos con nostalgia, surge la melancolía por aquellos bienes que teníamos y que ahora, sin tener ni arte ni parte, hemos perdido.
Presente opresivo, futuro incierto, pasado mirado con nostalgia son fuente de patología mental, sin lugar a dudas. Frente al presente reaccionamos con irritabilidad, aumentan los descontroles de impulsos, la violencia intrafamiliar y los trastornos adaptativos. Mirando hacia el futuro surge con fuerza una angustia que puede llegar a constituir cuadros de importancia clínica (trastornos de ansiedad generalizada, crisis de pánico, trastornos de ansiedad por enfermedad, entre otros). Ante el pasado, no sería raro que aumentaran los cuadros depresivos. Estamos viviendo una situación donde se ponen a prueba todos nuestros mecanismos psíquicos de defensa y nuestra capacidad de resiliencia ante la adversidad.
¿Qué hacer, entonces, para mantener nuestra salud mental? Permítanme dar algunas claves de reflexión que, espero, puedan ayudar. Para ordenar las ideas seguiré la línea temporal, pasado-presente-futuro.
2. Pasado: De la Melancolía a la Gratitud
Una actitud bastante frecuente en estos tiempos es la melancolía; hoy, más que nunca, parece evidente que “todo tiempo pasado fue mejor.” Mirar hacia atrás así, trae un sentimiento de insatisfacción y rabia que va mellando el ánimo y la energía vital hoy… las cosas simples de la vida, que antes nos hacían disfrutar, y de las que aún podemos gozar, ya no nos causan el mismo gusto, pues tenemos nuestra mirada puesta en el déficit. Surgen en nosotros la desesperanza, se endurece nuestro corazón y nos sentimos desvalidos.
Para salir de ese círculo vicioso, les propongo hacer el siguiente ejercicio: revisar la propia historia para agradecer y celebrar los momentos de felicidad que hemos tenido en ella. Se trata de hacer memoria de los hitos felices de nuestra vida, de todo aquello que recuerdas o que te hayan dicho que te sucedió cuando niño y que sea motivo de alegría y gratitud.
Recuerda, por ejemplo, que un día concreto fuiste motivo de gran alegría para tu familia, cuando viniste al mundo. Tu día de cumpleaños debe ser una fiesta de acción de gracias hacia los que te dieron la vida y te cuidaron cuando pequeño, y hacia todos aquellos con los que tienes la posibilidad de compartirla.
Suelen decir los pedagogos que entre los cuatro y los doce años transcurre una de las etapas más receptivas de la vida. Es posible que recuerdes alguna vivencia especial que despertó en ti sentimientos nobles de amistad, amor, entrega, cariño, cuidado, etc. Vuelve con la imaginación a ese momento y re-experiméntala, vuelve a sentir los mismos sentimientos que sentiste, alégrate y agradece por ellos.
¿Recuerdas en los años de tu juventud alguna experiencia de entrega generosa y desinteresada? ¿Podrías señalar algún hecho, circunstancia, acontecimiento, texto o persona que haya marcado tu vida? Vuelve a pasarlos por el corazón, alégrate y agradece por ellos.
Si te vienen a la memoria no sólo los momentos felices de tu historia, sino también los errores cometidos o los momentos más difíciles, obsérvalos agradecido porque ellos forman parte de una historia que te ha ido formado para ser la persona que eres ahora. Perdona, perdónate, ama y ámate. Tener la oportunidad de hacerlo, es un regalo que vale la pena agradecer.
Salir de la melancolía que nos da el pasado para mirarlo de esta manera, nos conecta con sentimientos de alegría y gratitud que, ciertamente, nos ayudarán a llevar de mejor manera nuestra cuarentena.
3. Presente: De la Reclusión externa a la Libertad interior
Hay un hecho irrefutable: hoy debemos quedarnos en nuestras casas y tenemos que pedir permiso para poder hacer cosas que antes eran “pan de todos los días.” Ir al supermercado o visitar a un amigo es, hoy en día, una excepción a la regla. La norma es que nos quedemos “recluidos” en nuestros hogares y mantengamos distanciamiento social. Externamente se nos impone la prohibición de salir de nuestros hogares, ver a nuestros familiares y amigos, y movernos libremente. Muchas de las cosas, tiempos y lugares, que ordenaban nuestras vidas hoy ya no están o han cambiado. Hoy es posible pasar todo el día en pijama, sin ducharse… hay deberes que cumplir, pero no tenemos horarios determinados previamente para ello… Así, la semana, el mes entero, se transforman en una masa amorfa que deja de tener sentido; nos aburrimos, nos enojamos… la vida se vuelve insípida.
Esta reclusión impuesta desde el exterior es difícil y dolorosa, pero podemos transformarla en una gran posibilidad de ganar libertad interior. Cuando se nos prohíbe salir, entonces, aparece con mayor necesidad la posibilidad de entrar en nosotros mismos y ganar libertad interior. Hoy el viaje no es hacia afuera, es hacia adentro. Pero ¿cómo hacer esto?
No luches; acepta. La situación actual es impuesta y no depende de nosotros cambiarla. La cuarentena es impuesta por la autoridad sanitaria como una medida extrema en busca del bien común y, por lo mismo, para nuestro bien. Aunque quisiéramos cambiarla, no podemos, y si nos rebelamos frente a ella, nos arriesgamos a multas y sanciones gravísimas. Por lo tanto, ante una situación que no se puede cambiar, no cabe más que dejar de luchar, aceptarla y padecerla, sabiendo que es una medida transitoria.
Para poder hacer esto de buena manera, me permito plantearte algunas ideas:
– Mantén ritmos y crea rituales. Cuando hablo de mantener ritmos me refiero a mantener un cierto esquema diario que marque nuestro día… hora de despertada, hora de acostada, tiempo y lugar de trabajo, etc. Esos esquemas dan una estructura que nos permite sobrellevar de mejor manera la situación por la que atravesamos. Cuando digo de rituales, me refiero a espacios o momentos que nos abran hacia algo que está más allá, abriéndonos un espacio interior. Aunque muchos rituales tienen un origen religioso, y muchos de nosotros asociamos la palabra con actos o acciones propias de nuestra religión (Misa, Liturgia, Sacramentos, etc.), los rituales son muy concretos, diarios y cotidianos. Por medio del ritual entro en contacto conmigo mismo, armonizo conmigo mismo. Hoy se pueden hacer muchas cosas, se puede hacer deporte antes de desayunar porque nos ahorramos el tiempo de traslado hacia el gimnasio, leer en la cama durante media hora o escuchar un podcast de algún tema que nos interese hoy, es algo para lo que tenemos más tiempo y se puede transformar en nuestro ritual; tenemos más tiempo para jugar algo después del trabajo y antes de la cena con la familia o la pareja y compartir juntos… estos son rituales cotidianos, terrenales, que pueden ayudarnos a llenar de sentido el encierro y así hacerlo más llevadero.
– Ponte nuevas metas y ve cómo puedes avanzar para alcanzar las viejas si es que estas son alcanzables. Dado que la situación ha cambiado y que no depende de nosotros que vuelva a como era antes, es más, muy probablemente no volverá a ser como antes… ¿son posibles nuestras viejas metas? Ponlas en duda, reformúlalas, establece nuevas metas, nuevos propósitos, que se ajusten a la realidad actual, que sean medibles y que se realicen en un tiempo breve de tiempo. Eso aumentará su autovaloración y, por lo tanto, mejorará tu percepción del tiempo presente. Proponte, por ejemplo, llamar todos los días a una cierta hora a algún amigo y comenzar por aquellos que tienes más olvidados.
– Espacios de libertad. Busca en tu hogar, en tu situación actual, algún rincón, un asiento, un sitio y transfórmalo en tu espacio, un lugar donde te sientas cómodo y visítalo en algún momento del día. Que al entrar en él salgas del tiempo presente y entres en otro tiempo, para encontrarte contigo, para escucharte y para trascenderte en calma y gratitud.
4. Futuro: De la Angustia a la Esperanza
Hoy vivimos un tiempo de angustia y precisamente por eso, es importante que aprendamos a mirar el futuro con esperanza. La esperanza es, como decía Monseñor Guissani, “una certeza respecto al futuro debida a una realidad presente.”
Por eso, aunque el cansancio y la desidia nos llevan a la indiferencia, hoy es tiempo de unión y compasión. Hoy, que muchos están sufriendo, es el tiempo propicio para padecer con ellos, hacer nuestros los sufrimientos de tantos y así, sentir que pertenecemos a una familia humana universal y entender que la supervivencia de todos depende de nuestras acciones, de que yo me cuide hoy.
Por eso, aunque se nos proponga el distanciamiento social y se nos obligue a encerrarnos en nuestros hogares, hoy no es el tiempo del egoísmo sino de la solidaridad. Tal vez se nos hace difícil poder cooperar y ser solidarios de la misma forma que lo hacíamos antes de la pandemia. Es tiempo para echar a andar nuestra creatividad y encontrar nuevos modos de acción solidaria.
Por eso, aunque las posturas políticas, las clases sociales y las opiniones que podamos tener del manejo que las autoridades están haciendo de la cuestión, no es tiempo de divisiones sino de reconciliarnos y trabajar juntos en beneficio de todos. Es tiempo de dejar nuestras pequeñeces y mirar más allá de nuestras opiniones, de reconciliarnos con aquellos con los que estamos divididos y abrazarnos en el alma para vivir juntos y trabajar juntos por la vida común.
Hoy, que estamos confinados y de alguna manera todos marginados de la vida social, puede ser un tiempo privilegiado para ablandar nuestro corazón y comenzar a mirar a todos aquellos a los que, de alguna u otra manera, la sociedad margina. La propia vivencia de esta marginalidad que estamos viviendo puede darnos la oportunidad de cambiar nuestra forma de vivir y ayudarnos a preocuparnos más afectiva y efectivamente de aquellos que la sociedad tradicionalmente ha dejado de lado.
Salir de nosotros mismos y hacer cosas hoy para cuidarnos y cuidar al resto nos permite mirar el futuro, no ya con angustia, sino con esperanza. El mundo, nuestro mundo, la vida, mi vida, tú y yo, no seremos los mismos después de esta pandemia… trabajemos hoy para que el mañana sea mejor.
Dr. Iván Lailhacar Formigo
Médico Cirujano – Psiquiatra