Siempre es tiempo de aprender

Recuerdo que mi madre, que es profesora, me hacía releer textos cuando no alcanzaba a comprender lo que de verdad éste quería expresar. Hoy seguramente estamos releyendo el texto de la vida, porque la lectura que hacíamos, en general, era veloz, sin mucha conciencia, intentando sólo llegar al final, sin disfrutar de la belleza del relato. Detenernos abruptamente frente a la vida nos ha dado espacio para intentar releerla y sueño con que estemos, como humanidad, transitando por ahí.

Quisiera compartir con ustedes esta pequeña reflexión  que nace de mi propia experiencia. Soy religiosa franciscana, profesora, y trabajo en un Colegio al Sur de Santiago. Por estos días, entre otras cosas, atiendo el teléfono de la escuela, instancia donde he podido conversar con muchos padres, apoderados y estudiantes.  Desde esta experiencia quisiera compartir con ustedes unas breves reflexiones personales en torno al tema educativo, ámbito que también ha sido afectado, como otros muchos, por esta pandemia que estamos viviendo.

NECESITAMOS CAMBIAR LA MIRADA:

Hasta no hace mucho tiempo, la mayor inquietud de los padres y de algunos estudiantes era la dificultad para desarrollar el aprendizaje académico que, en tiempos normales, debían adquirir en las escuelas. Se pensaba que esos mismos aprendizajes se podrían tener en casa. Por ello se implementaron distintas estrategias, desde clases virtuales, guías de estudio y muchas formas nuevas que buscaban a como dé lugar, no “desaprovechar el tiempo”. Sin embargo el aprendizaje, para darse, requiere ciertas condiciones. Amanda Céspedes, neuropsiquiatra infantil, dice con respecto a este tema:

«El niño debe estar en armonía emocional, debe estar sereno, sentirse protegido. Debe sentir que las personas que están a su alrededor, especialmente los adultos que son sus educadores, son personas que le quieren y que le respetan. Eso es clave para poder aprender».

Es importante, entonces, aceptar que el aprendizaje necesita una serie de condiciones que lo favorezcan. La escuela se nos revela en este tiempo como ese lugar que entrega el contexto propicio para aprender, pero no solo para aprender lo académico, sino fundamentalmente para aprender a vivir. La escuela es relación, es perdón, es amor, es el espacio donde los chicos deben sentirse seguros, queridos, valorados; es donde viven los valores que transforman la sociedad y desde ahí, solo desde ahí, surge el aprendizaje académico.

Me da gusto saber que ellos lo tienen muy claro. En las conversaciones que he podido establecer, manifiestan que lo que más extrañan del Colegio es el encuentro con sus compañeros, profesores, los juegos con sus amigos, las conversaciones interminables de recreos que siempre se hacen cortos, y mucho más.

Definitivamente, el proceso educativo es más que los contenidos de las asignaturas; es una experiencia de vida que se da en relación con otros, y nuestro objetivo es ayudar a que los estudiantes sean plenos, felices y desarrollen todo su potencial para ayudar a construir una sociedad más justa, más de hermanos, más de Dios.

  • NECESITAMOS SEGUIR TRABAJANDO POR LA JUSTICIA SOCIAL:

Frente a la necesidad de implementar sistemas que permitan la enseñanza-aprendizaje en este nuevo contexto, nos hemos topado nuevamente con la desigualdad social. Chile tiene pobreza, pero está muy escondida; por eso nos cuesta creer que en Santiago existen familias sin computadores, sin acceso a internet. ¿Cómo se hace, entonces, para que todos puedan acceder a las plataformas que se implementan? Es tarea pendiente, como sociedad debemos ver y asumir esta realidad, para buscar soluciones. En lo personal, le digo a los papás que lo primero es el bienestar físico y emocional; si no tenemos eso, difícilmente podremos avanzar en lo académico.

  • APRENDIZAJES PARA LA VIDA

Muchos creen que si los estudiantes no aprenden lo académico, es tiempo perdido.  Me cuesta verlo así; creo que todos estamos adquiriendo aprendizajes para la vida, que seguramente nos ayudarán a vivir con más plenitud; nombraré solo algunos:

a) Estamos aprendiendo a reconocer nuestra fragilidad:

Asumir nuestra realidad nos ayuda a querernos, a ser más libres y más plenos. La vida nos llevaba hacia otro lugar; la meta era sentirnos fuertes, casi invencibles. Pero esta pandemia nos muestra que somos frágiles y que necesitamos de otros para vivir. Dios nos ama así; nuestra familia nos ama así; nuestros amigos nos aman así. Tenemos virtudes y defectos, limitaciones y fortalezas, y de eso está hecha la vida. Esta situación de pandemia es una tremenda oportunidad para abrazar, -si queremos-, esa fragilidad que todos llevamos dentro.

b) Estamos aprendiendo a amar más:

Dice san Pablo que el amor es paciente, servicial, comprensivo, no es egoísta, no se irrita, todo lo perdona, todo lo cree, todo lo espera…

Es un tiempo intenso para amar a los que viven con nosotros. A veces es difícil la convivencia por el encierro, por el stress que esta situación conlleva. Pero estamos invitados a un amor activo, que ciertamente podemos vivirlo con ayuda de Dios.

c) Estamos aprendiendo a valorar lo sencillo:

Creo que esta pandemia nos tiene a todos un poco más “franciscanos”. Sabemos que San Francisco fue un hombre que supo valorar, agradecer y amar lo sencillo. Nosotros hoy estamos valorando estas pequeñas cosas que son caricia de Dios, que son su presencia. Valoramos el abrazo, el beso, la comida compartida con los que amamos, los recreos en la escuela, las conversaciones mirándonos a los ojos, las eucaristías compartidas, la caminata por el barrio, valoramos salir a la calle sin permisos de una comisaría virtual, valoramos… (si quieres, puedes seguir la lista).

d) Estamos aprendido a ser más agradecidos:

Ser agradecidos nos dispone frente a la vida con asombro. Lo cotidiano se hace gracia y seguramente es posible vivir con más plenitud. Este tiempo de pandemia nos ha privado de muchas cosas sencillas, cotidianas, y también nos ha hecho conscientes de otras que seguramente hemos aprendido a agradecer casi como “pequeños milagros”: el trabajo, la familia, la comida, la salud, la fe; ¿qué más podrías agregar?…

e) Estamos aprendiendo nuevas formas de solidaridad:

Hoy somos solidarios concretamente quedándonos en casa; extraño, ¿verdad? La solidaridad que conocíamos era de “otra forma”, pero en estos tiempos nuevos nos dejamos sorprender y estamos invitados a ensanchar nuestras propias formas de entender las cosas.

f) Estamos aprendiendo a profundizar nuestra relación con Dios:

Sabemos que Dios camina con nosotros; está aquí justo al lado mío y tuyo, amándonos incondicionalmente. Acompañando este tránsito amargo y doloroso, alentando nuestras vidas y llenándonos de esperanza.  Tenemos un tiempo hermoso para profundizar nuestra relación con el Señor; aprovechémoslo.

Seguramente podríamos agregar a esta lista muchos aprendizajes que estamos teniendo a todo nivel.  La invitación es a no perder de vista que estos sí son tiempos de aprendizaje.  Dejémonos acompañar por Jesús Maestro, que nos invita siempre a ensanchar nuestras fronteras y sobre todo a amar.

¡Les deseo Paz y Bien!

Hna. Roxana Maldonado Bahamonde, HFI

Religiosa Franciscana de la Inmaculada

Educadora Diferencial