EN MEMORIA DE EDITH: UNA MUJER LAICA MISIONERA Y FRANCISCANA

Edith Rivas Almonacid era su nombre. Orgullosa de pertener a la Comuna de la Granja y a su amada parroquia franciscana Inmaculada Concepción, del paradero 25 de Santa Rosa en Santiago. Alli tuvo feliz inicio su camino de vida cristiana y de fe gozosamente compartida con tantos y tantas. Alli conoció a Francisco de Asís y compartiò la vida con tantos frailes que fueron sus hermanos entrañables.. En esta presencia se hizo activa participante de la JUFRA; aquella Jufra de los tiempos de fray Adonio, su fundador. Aquì comenzó su arduo trabajo  en diversos compromisos pastorales.  En el 25 (paradero de Santa Rosa) “la Flaca”, como cariñosamente la conocíamos, fue abriendose camino en la vida de la Iglesia y hacia una mayor profundización en la belleza del Carisma Franciscano que nunca abandonó, al contrario abrazó como una especial consagración hasta el último instante de su existir como laica consciente, libre y responsable de cara al don de su consagraciòn bautismal, el cual tanto reverenció.

Fue una mujer de una profunda conciencia social. Su parroquia franciscana de la Granja y los frailes con  los cuales caminó le testimoniaron que la fe reclama compromiso por el prójimo pobre y necesitado; que evangelizar supone abrazar la exigencia social del Evangelio; en razón de estas convicciones “la Flaca” estuvo allí en las ollas comunes de su comunidad; en las marchas por la justicia y la paz en los tiempos convulsionados de la patria, soñando como muchos, los tiempos de la democracia; alzó la voz por las violaciones a los derechos humanos y por los detenidos desaparecidos. Sabía que nada de estas reivindicaciones estaban lejos del corazón del Evangelio y vivirlo era cuestión de fidelidad franciscana.

Fascinada por Francisco de Asís emprendió con mayor vitalidad y decisión la vida misionera, más allá de su parroquia. Comenzó ha participar en los comienzos de los 90 en el Taller de Misiones del Secretariado de Evangelización de la Provincia Franciscana de la Santísima Trinidad. Una instancia de reflexión misionera, animación y trabajo en diversos lugares del país, compuesta por frailes en formación permanente e inicial. En un principio resultó extraño que llegara una mujer laica y con otras otros laicos más a ser parte de la misma dinámica de vida y de misión compartida en el carisma misionero franciscano. Ella abrió la puerta para que  muchos otros, hasta nuestros días continuasen en esa senda. Son muchos los lugares y muchos los frailes con los cuales fue compañera de camino y de fraternidad misionera: Parral, Cauquenes, Chillán, Angol, Carahue, Castro, Salamanca. Alli irradió alegria franciscana, espontaneidad, genialidad femenina, cercanía y mucha capacidad de llegada para con la gente; una inmensa capacidad de comunicar en sencillo la insondable riqueza del Evangelio. Agradecemos al Señor por habernos mostrado un rostro femenino, tierno y sencillo de la evangelizaciòn franciscana.  Gracias Edith por las semillas misioneras que sembraste con rostro laical, femenino y franciscano. Descansa en la Paz y el Bien del Nazareno.