La literatura como escape o como ocasión

Helicón: Buenos días, Cayo.

Calígula: Buenos días, Helicón.

Helicón: Pareces cansado.

Calígula: He caminado mucho.

Helicón: Sí, tu ausencia se ha prolongado mucho.

Calígula: No era fácil encontrarlo…

Helicón: ¿El qué?

Calígula: Lo que yo quería.

Helicón: ¿Y qué es lo que querías?

Calígula: La luna.

Helicón: ¿Qué?

Calígula: Sí, quería la luna.

Helicón: ¡Ah! ¿Y para qué?

Calígula: Bueno, es una de las cosas que no tengo.

Helicón: Claro. Y ahora, ¿todo solucionado?

Calígula: No, no he podido conseguirla.

Helicón: ¡Qué lástima!

Calígula: Sí, por eso estoy tan cansado. ¡Helicón!

Helicón: Dime, Cayo.

Calígula: Piensas que estoy loco, ¿no?

Helicón: De sobra sabes que yo no pienso nunca. Soy demasiado inteligente para pensar.

Calígula: Ya. Bueno. Pero yo no estoy loco, y aún más: nunca he sido tan razonable como ahora. Simplemente sentí en mí, de pronto, la necesidad de lo imposible. Las cosas, tal como son, no me parecen satisfactorias.

Helicón: Es una opinión bastante extendida.

Calígula: Es cierto. Pero antes no lo sabía. Ahora lo sé. El mundo, tal como está hecho, no es soportable. Por eso necesito la luna, o la felicidad, o la inmortalidad; en definitiva, algo que quizás sea insensato, pero que no sea de este mundo.

Helicón: Es un razonamiento que se tiene en pie. Pero, en general, no es posible sostenerlo hasta el fondo [no puede llevarse hasta sus últimas consecuencias].

Calígula: Qué sabrás tú. Nunca se consigue nada precisamente porque nunca se va hasta el final. Pero quizás baste con permanecer siendo lógicos hasta el fondo. Y sé lo que estás pensando: cuántas complicaciones por la muerte de una mujer de la que estaba enamorado. Pero no, no es eso. Creo recordar, es cierto, que hace unos días murió una mujer a la que yo amaba. Pero, ¿qué es el amor? Poca cosa. Esta muerte no supone nada para mí, te lo juro; sólo es una señal de una verdad, una verdad que me hace necesaria la luna. Es una verdad sumamente clara y sencilla, un poco estúpida para ti, cuesta descubrirla y también sobrellevarla.

Helicón: Y, ¿cuál es esa verdad, mi emperador?

Calígula: ¡Que los hombres mueren y no son felices!

Helicón: Vamos, Cayo, es una verdad a la que podemos acomodarnos muy fácilmente. Mira a tu alrededor. Eso no impide a los hombres comer y bailar.

Calígula: Entonces es que todo lo que me rodea es pura mentira, estos hombres viven todos en la mentira, y yo quiero que se viva en la verdad; porque sé lo que les falta, Helicón. Están privados del conocimiento y carecen de un maestro que sepa de lo que habla.

Helicón: No te ofendas, Cayo, por lo que voy a decirte. Pero, ante todo, deberías reposar; estás cansado.

Calígula: No es posible Helicón, nunca más podré descansar.

Helicón: Y, ¿por qué no?

Calígula: Si duermo, ¿quién me dará la luna?

Helicón: Eso es verdad.

Calígula: Escucha, Helicón, oigo pasos y rumor de voces [son los que conspiran contra él]. Guarda silencio y olvida que me has visto.

Helicón: Comprendo.

Calígula: Y te lo ruego; en adelante, ayúdame.

Helicón: No tengo motivos para no hacerlo, Cayo. Pero yo sé muchas cosas y hay pocas que me interesen. ¿En qué, pues, puedo ayudarte?

Calígula: En lo imposible.

Helicón: Haré lo que esté en mi mano [haré lo que pueda].

(Albert Camus, “CALÍGULA”, Acto I, escena IV).

            El tiempo libre y la cuarentena (ya sea obligatoria o voluntaria) han abierto un camino para tomar conciencia de la libertad que tenemos y de cómo la usamos en el día a día. No es casual que museos se hayan abierto digitalmente, que bibliotecas presten nuevos servicios, que galerías de arte puedan visitarse por internet o que óperas, ballets y obras de teatro ahora puedan verse on line.

En este último tiempo, y desde antes que comenzara la propagación del Covid-19 en Chile, algunas bibliotecas digitales han liberado bastantes libros para que personas de distintas partes del mundo los tengan a su disposición. Para muchos, leer ha sido uno de los panoramas preferidos para vivir esta pandemia. Sin embargo, la literatura puede convertirse en una puerta de escape ante la situación que estamos viviendo, o bien puede convertirse en una ocasión para vivir de una nueva forma mi relación con Cristo.

            En un mundo lleno de miedos y de inseguridades ante el futuro, muchos toman un libro con tal de despejarse de lo que se vive. Esta es una medida que aprendemos desde muy jóvenes. Muchos niños y adolescentes comienzan a aventurarse por la escritura y la lectura desde muy pequeños precisamente porque necesitan salir del cotidiano en que viven. Cotidiano que muchas veces son problemas familiares, o simplemente la monotonía. Haciendo clases a niños y conversando con algunos jóvenes, he constatado esta situación. También para mí fue así. “El mundo, tal como está hecho, no es soportable”.

            Esta postura suele ser celebrada por muchos, tapando la dolorosa afirmación con la celebración por la lectura. Sin embargo, la herida por la realidad insuficiente, aburrida, dolorosa y angustiosa queda siempre guardada y escondida. Incluso ahora, frente a un dolor mundial, existe la opción por la lectura como escape, para distraernos, para bajar incluso la ansiedad que provoca el quedarnos en casa encerrados.

            El texto dramático propuesto más arriba contempla precisamente esta afirmación. Cayo (Calígula) era un emperador romano que tenía todo lo que deseaba a su disposición. Ante la muerte de su amada, huyó de sus tierras por un tiempo. Al volver se encuentra con Helicón, un amigo. Cayo había descubierto lo que tantos descubrimos sobre todo en este tiempo: “el mundo, tal como está hecho, no es soportable”. En palabras más cotidianas, se podría decir que la cuarentena ya no es soportable, ver la cantidad de muertes diarias del mundo no es soportable, el aburrimiento en casa con las familias ya no es soportable; en fin, la realidad (incluyendo la sobreexposición a las redes sociales) no es soportable.

            Helicón puede llegar a encarnar tanto a alguno de nuestros familiares o amigos, como también nuestra concepción frente a la literatura: “Mira a tu alrededor. Eso no impide a los hombres comer y bailar”. El ser humano ha comenzado a darse cuenta, más dolorosamente que antes, que la realidad cotidiana no es suficiente para estar contentos, para ser felices. Se ha comenzado a dar cuenta de lo vulnerables que somos y de la fragilidad que tienen incluso nuestros planes y nuestra vida. Y, sin embargo, el ser conscientes de todo esto no impide hacer cualquier cosa para distraernos de lo que sentimos, de lo que vemos, de las malas noticias y de las buenas. Es así como la literatura puede llegar a utilizarse de esta forma. Pero, ¿acaso existe alguna otra forma de percibir la literatura?

            Un amigo decía que toda la realidad siempre es una puerta para conocer más al Misterio que la posee por completo. Si esto fuera verdad, cambiaría nuestra disposición a vivir la realidad completamente. El arte, la música, la literatura, las ciencias exactas, las ciencias naturales e incluso las ciencias sociales se revestirían de una dignidad profunda, puesto que nos permitiría adentrarnos más incluso en estos sentimientos que hemos descrito antes.

Realmente la literatura puede convertirse en una amiga al corazón del ser humano siempre cuando éste lo desee. No nos es extraño que un libro siempre nos puede decir algo, y es por eso que mucha gente extrae frases que las hace suyas y muchas veces las escribe o las publica en redes sociales. Esto es simplemente una muestra de cómo nos puede alcanzar una lectura. ¿y si esta lectura me permitiera vivir hasta el fondo la realidad que sucede frente a mí, y en mí?

Que la lectura sea una ocasión para vivir intensamente la realidad, quiere decir que ésta nos permite entrar en nuestras propias preguntas, dolores, angustias y emociones más profundas hasta el fondo entrañable del corazón, hasta encontrar el rostro en el que culminan todas las cosas: el rostro de Dios. Cualquier lectura que se haga con la fidelidad a nuestros deseos, puede hacer aparecer Su rostro y entonces nosotros poder conocerlo y reconocerlo.

En el texto citado de Camus, el deseo de felicidad que tiene Calígula es el mismo deseo que explota en el corazón de cada uno, y urge tanto como el de este personaje cuando sentimos toda la impotencia que tiene consigo esta gran pandemia. Calígula percibe una cosa fundamental: “¡Que los hombres mueren y no son felices!”. Actualmente, esta es una reflexión que ya comienza a circular en las redes, y entonces puede aparecer una pregunta crucial: ¿y quién, entonces, me dará la felicidad? Con lo que está pasando en el mundo, ¿existe la felicidad para mí? Solo el encuentro con el rostro de Cristo puede responder esta pregunta, porque de otra forma, intentamos por nuestros propios medios conseguirla, llegando a veces a las horas tardías del día con una tristeza aún mayor.

Que la lectura sea una ocasión para vivir intensamente la realidad, quiere decir que ésta nos ayude a reconocer cuánto deseamos la belleza, el amor, la felicidad, la bondad y la justicia, interpelándonos y sacándonos del vacío que produce vivir tapando estas necesidades que tenemos. Cada una de estas necesidades, -he visto-, tienen un punto concéntrico en la relación que tiene nuestro corazón con Dios, y Dios con nuestro corazón.

            Cualquier lectura, ya sea una obra de teatro de un existencialista, o de un ateo o nihilista, o ya sea de algún autor que ya conozcamos que nos ayude a profundizar en nuestra relación personal con Cristo, léase siempre desde esta premisa: toda la realidad siempre es una puerta para conocer más al Misterio de Cristo que la posee por completo.

            Estas dos posturas para situarnos frente a la lectura son las mismas que tenemos a diario para vivir lo que sea que tengamos enfrente. El trabajo, la muerte, la enfermedad, la soledad, el estar con la familia, las relaciones afectivas, etc., requieren de una decisión libre de nuestra persona. Es como si el Señor, en todas las cosas que tenemos enfrente, nos preguntase: ¿quieres escaparte o descubrir más el Misterio que Soy? Solo siendo fieles a nosotros mismos, podemos decidir.

Mariangel Martinez Contreras

Licenciada en Letras Hispanicas UC