Pascua de Fr. Francisco Garcés: Una mirada ha su vida

En la madrugada del domingo 03 de diciembre, en nuestra Casa de Acogida Provincial, ha partido a la casa del Padre nuestro hermano Francisco Garcés Gutiérrez,ofm. Nuestro hermano nació el 13 de Octubre de 1929 en Cunco, región de la Araucanía. Sirvió en diversas fraternidades de la ex-custodia de Cristo Rey, con sede en Chillán y luego en la Provincia Franciscana de la Santísima Trinidad.

Se destacó por ser un gran misionero que llevo la Palabra de Dios de manera sencilla y cercana a las diversas comunidades a las cuales acompaño, como por ejemplo: Angol, Carahue y Parral.

Sus funerales se realizaron este día lunes 04 de diciembre a las 16 hrs., en nuestro Templo de San Francisco de la Alameda y, posteriormente fue sepultado en la Cripta de este mismo templo.

Compartimos con ustedes la homilía de Fr. Isauro Covili, ofm., Ministro provincial, con motivo de la pascual de Fr. Francisco Garcés.

Homilía funeral Fr. Francisco Garcés, ofm.

 

Nos reunimos para celebrar la Pascua de nuestro hermano Francisco Garcés. En cada eucaristía celebramos la Pascua de Jesús, toda su vida, desde su encarnación hasta su retorno al Padre y presencia resucitada en la vida Pascual de su Iglesia.

En medio de signos de muerte y dolor, de desconciertos, violencia y descalificaciones, la vida traspasada por el gozo del Resucitado nos mueve y nos reúne. La muerte es una realidad de la cual nadie puede escapar. Aunque no queramos morir, terminamos por morir. El partir, por tanto, es una realidad que siempre nos acompaña, morimos y vivimos; vivir es también morir.

Cada uno nos situamos ante la realidad de la muerte de diverso modo, según de qué estamos revestidos y cómo hemos resuelto nuestra vida en los diversos momentos de ella. En el ámbito de la fe esta realidad interpela nuestra experiencia creyente, nuestra relación con el Dios del amor y de la misericordia.

El texto del Evangelio proclamado nos presenta una reacción espontánea y jubilosa de Jesús ante el resultado de la misión de los apóstoles; los pobres e ignorantes han recibido el anuncio y la realidad del reinado de Dios.

Yo te alabo Padre Señor del cielo y de la tierra, Dios universal, nada hay fuera de ti. San Francisco reza: “Solo Tú eres santo, Señor Dios y sólo Tú obras maravillas, Tú eres el Altísimo; Tú eres el único bien; tú eres todo bien; tú eres el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero. Tu eres nuestra vida eterna, grande y admirable Señor, ¡Oh Dios todopoderoso, nuestro dulcísimo y misericordioso Salvador!”

San Francisco de Asís en su vida de comunión fraterna, no tan solo construye fraternidad y comunión con las personas o la creación, sino también, como sabemos en su madurez espiritual, llama hermana a la muerte. Frente a esta realidad tan humana, la experiencia franciscana nos abre a una realidad trascendente que implica descubrir el verdadero sentido de la vida futura y permanente. Francisco abraza la muerte en un encuentro profundo con el crucificado, con Jesucristo en quien se goza abriéndose a la eternidad. Reza así en el Cántico al hermano sol: “Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana la muerte corporal de quien ningún hombre viviente puede escapar. Ay de aquellos que mueran en pecado mortal. Bienaventurados los que encuentre cumpliendo tu muy santa voluntad: pues la muerte segunda no les podrá hacer mal.”

El texto del evangelio es la oración mesiánica de Jesús ante la revelación sorprendente de Dios a los desheredados de la tierra. Jesús anuncia la salvación, la llegada del Reino de Dios, el amor preferencial de Dios por los sencillos, pobres y excluidos de su tiempo y de todos los tiempos, también del nuestro.

A nuestro hermano Francisco Garcés, el Señor lo revistió de sencillez, de humildad, de un alma noble que le posibilitó experimentar en su propia vida el júbilo de Jesús, dándose por entero para que muchos sencillos pudieran experimentar en su vida el amor misericordioso y salvífico de Cristo. Fue un hermano obediente al Señor y a sus hermanos, con gran capacidad de reconocer errores y tratar de cambiar, gozó de la alegría que brotaba de su fe. Fue un hombre sencillo, cercano a todos, especialmente a los jóvenes a quienes animó con entusiasmo a encarnar los valores franciscanos, especialmente en la JUFRA. Gran misionero y formador de comunidades cristianas en las parroquias de Angol, Parral, Carahue, entre otras. Con su trato afable supo llegar a los hogares de la gente, de los campesinos. Su método misionero fue simple: la cercanía, el oído atento, el gesto fraterno, la presencia, ya fuera a pie o llegando en un caballo. Fue hermano de todos.

En el Evangelio, Jesús invita a todos los abatidos, a las personas agobiadas por problemas, sinsabores, enfermos, excluidos y les ofrece llevar otro yugo: el de la libertad, el de la humanización, el de la dignidad. Lo anterior, implica conciencia de sí mismo, el valor de la Persona, el hacerse cargo de la propia vida en la dinámica de lo comunitario y fraterno. Es, por tanto, el esfuerzo constante por vivir en la humildad y en un diálogo profundo por los valores del Reino. Jesús ofrece vivir no tan solo en un cumplimiento vacío de la ley sino, sobre todo, una vida en el amor y donación.

Nuestro hermano Pancho se donó enteramente en bien de los demás tanto en la parroquia de los parrales, en los inicios de su sacerdocio, y como ya hemos dicho en Angol, Chillán, Carahue o en los muchos años que estuvo en Parral caminando por calles y comunidades, en Chillán acompañando a los privados de libertad y a sus familiares. Testimonio de esto son los muchos hermanos de estas comunidades que hoy nos acompañan.

El Señor envía a sus discípulos y les da una tarea que aparentemente excede toda capacidad humana; Él es el único capaz de hacer que esa carga y ese yugo se transformen en experiencia de júbilo en la certeza que el reinado de Dios se va haciendo realidad entre los pobres y sencillos. Francisco fue testigo de esta realidad. A través de la enfermedad el Señor lo fue purificando y Dios mismo que es la belleza y la bondad suprema lo ha embellecido nuevamente ahora y para toda la eternidad.

Finalizo haciendo nuestras las palabras de santa Clara en el momento de su muerte: “Bendito seas, Oh Dios, por haberme creado.”

Hoy nosotros sabiendo que la vida de nuestro hermano Francisco Garcés fue un regalo para nuestra Orden y para la Iglesia decimos: Bendito seas, oh Dios, por haberlo creado y hecho un hombre bueno, cristiano y franciscano.